Personas que leen :D

sábado, 19 de noviembre de 2011

Capitulo 36

Estados Unidos – Brooklyn – 3 Días después.

Era la tercera vez que me levantaba para ir al baño, en dos horas. Era frustrante. Estaba haciendo una solicitud para algunas de las universidades locales y mi vejiga no ayudaba mucho.

Aunque según mi doctora era normal. Había aumentado de peso, un poco, me dolían mis pechos, lo sé es mucha información, y mi vientre comenzaba a abultarse, estaba cambiando tanto por fuera como por dentro.

Al llegar a Brooklyn pensé que iba a costarme trabajo adaptarme, lo que fue un error, porque tan pronto entre por las puertas del complejo de departamentos todos fueron amables conmigo. Mi vecina del frente Jenna, tenía 20 años, estaba casada con un futuro medico y estaba esperando un bebé, aunque me llevaba por lo menos 2 meses. Por las tardes paseábamos por el parque y mirábamos a todos los niñitos del vecindario jugar en los columpios, y divagábamos por horas sobre como seria criar a nuestros hijos juntas. Pero por más que lo pensaba había otra cuestión, ¿Dónde estaría Bastean en todo eso?

Jenna tenía la ventaja de haberse casado con Henry tan pronto supieron que ella estaba embarazada, en cuanto a mí, sigo sin arrepentirme de mi decisión, al verla a ella, realmente pienso que era mejor esperar. Ellos tenían un apartamento, estabilidad económica, él estudiaba y ella también quería hacerlo. Yo deseaba estudiar fotografía, quería trabajar en un periódico local, quería que mi bebé asistiera al preescolar que había a dos cuadras de mi calle. Estaba haciendo toda clase de planes… pero aun se estaban formando sobre un terreno bastante inestable.

Sin embargo Lulú me alentaba a tener siempre un plan B, nunca están de más.

Con resignación baje las escaleras de mi nuevo departamento y fui hasta la cocina. Lulú había insistido en querer trabajar como asistente de odontología, aunque mi padre le había dicho que no era necesario, ella quería hacerlo. Algo curioso era que no sabía que Lulú hubiese estudiado alguna carrera, pues me equivoqué. Siempre la veía tan de lleno en su trabajo en casa que no sospeché que tomaba clases por internet y que era una alumna excelente, las practicas las había comenzado tan pronto nos instalamos en la ciudad y era una de las más destacadas.

Mi padre le había pedido que se casaran, de hecho lo haría, según ellos cuando naciera mi bebé. Y para eso aun faltaba tiempo.

Rebusque en el refrigerados saque unas fresas deshidratadas y me senté en el sofá. El cansancio estaba haciendo estragos conmigo, las nauseas gracias al cielo se había ido y ahora quería comer fresas en las tres comidas del día. Y ni hablar del chocolate, pero si seguía así rodaría por las escaleras.

Mi celular sonó, mire la pantalla y conteste.

-Dime Cloe- Cloe se había instalado en casa de los Graham y había comenzado a estudiar en la universidad de Long Island. Aunque nuestros planes de asistir a una universidad diferente habían cambiado drásticamente. Valery también asistiría a la misma universidad, aunque su madre quería que estudiase en Portugal, ella insistió en quedarse en Estados Unidos. Kate y Matt tenían planes de ir a la Stamford, y Ty no quería hacer nada, pero estudiaría en Brooklyn también. En mi interior quería creer que se estaban quedando por mí, aunque las circunstancias fueran simplemente casualidad, me gustaba tenerlos cerca, eran mi apoyo y sostén, y claro, necesitaba a las madrinas del bebé conmigo.

-Amiga ¿Qué haces?- preguntó ella.

-Adivina.- respondí con fastidio.

-Deja de comer frutas deshidratadas y ponte algo lindo porque… – hubo un silencio - ¡iremos de compras!- esto último lo dijo junto con Valery en un chillido estridente que me hizo alejarme del teléfono para no quedar sorda.

-Chicas, saben que me da sueño todo el tiempo y…- protesté, pero Valery le quitó el teléfono a Cloe y habló.

-Prometo brindarte dos chocolates con crema batida y dulce de leche en Starbucks si nos acompañas- ESO ERA JUGAR SUCIO, creo que había consumido por lo menos veinte litros de esa cosa en los últimos siete días.- Tienes 5 minutos- y luego trancó. Las mataría por eso, después de que me pagaran las bebidas.

Con mucho pesar me levanté del sillón, y subí a mi cuarto. Amaba el lugar porque era sumamente espacioso. Las paredes eran blancas, y solo una era color rojo rubí. Los pisos eran de madera blanca y tenía tres enormes ventanales que no solo le daban luz a la habitación sino que podía ver todo desde ahí, estaba en el 3er piso de mi edificio y en el 2do de mi apartamento. La cama era grande con mis sabanas de color champan, dorado y blanco. Mi sillón ocupaba una esquina junto a una lámpara de pie, tenía un lindo baño, pequeño pero de buen gusto. Tenía un desnivel donde estaba mi escritorio, biblioteca, el armario en la pared. En la pared roja estaba mi televisor, un pequeño estante con DVD, el Wii, mi i-pod en su base de cornetas, y para complementar el espacio una alfombra peluda roja en medio de la cama.

Saque de mi armario un pantalón corto color negro, una camisa blanca que decía “El mejor verano de mi vida” en letras azules, era un poco ajustada por lo que mi pequeña pansa era el foco de atención, busque mis convers y me vestí. Mi cabello había crecido un poco y ese día en especial quiso colaborar. Lo peine y lo deje suelto, me di unos toques de maquillaje, según mi padre estaba deslumbrante, yo por mi parte alargaba la frase y era “deslumbrantemente gorda”, pero no se podía cambiar eso. En mi mente decía “entre más gorda esté, quiere decir que mi bebé estaba creciendo bien” aunque mi maldito espejo dijera todo lo contrario.

Deje una nota para mi padre para cuando regresara, busque las llaves y salí. En el pasillo estaba mi amiga Jenna sacando la basura.

-Hey, Jenna- la salude.

-Mía ¿Cómo estás? -ella me saludó de vuelta. Jenna era alta, de cabellos rubios y hermosos ojos azules. Su tez era sumamente pálida pero sus mejillas tenían un constante tono rosa intenso. Aunque llevaba una prominente barriga se notaba que había sido delgada antes. Era la típica chica de portada de revistas, modelo tal vez, o actriz. Al igual que su esposo Henry que era un muchacho sumamente guapo, tenía el presentimiento de que su hijo seria una hermosura.

-Embarazada- conteste. Ella se echo a reír.

-Que coincidencia- dijo tocándose la panza- yo también. – Las dos nos reímos, esa broma era nuestra preferida.- ¿Sales?

-Seré secuestrada mejor dicho.

-Oh… ¿Cloe y Val?

-Por supuesto- dije.- ¿Por qué no nos acompañas? Iremos de compras y luego a comer.

-Sería estupendo, pero tengo que acomodar unas cosas que compré para el bebé, ¡por Dios! No te he contado. Será un niño, y según mi doctor está creciendo muchísimo- dijo ella animada.

-Mi bebé no quiere acomodarse, es un pequeño haragán- dije sobando mi vientre.

-Igual a su madre- se río Jenna. Después de eso nos despedimos y tan pronto como salí una brisa fría me llegó. Me estremecí de pronto, rodando los ojos me reprendí no haberme puesto unos pantalones largos.

Un volvo plateado cruzó en la esquila, iba a gran velocidad y dio un frenazo delante de mí. Abrí la puerta de atrás y subí.

-¡Wuao Clo! En serio, tenía la esperanza de que fuera Edward Cullen quien estuviese en el auto- ella se echó a reír muy fuerte.

-Cariño si Edward estuviese en el auto no hubiese pasado por ti ni en un millón de años.

-Yo por mi parte prefiero a Jacob… todo moreno, sexy, ardiente- dijo Valery moviendo sus manos en el aire como si estuviese tocándolo.

-¡Basta con Jacob, Val! No dentro de mi volvo, quieres- ellas se sumergieron en su típica discusión de quien era mejor, más guapo, y bla bla bla. Cloe se había comprado precisamente ese auto por razones obvias. Yo en secreto prefería al lobo, aunque no diría nada porque les daría cuerda a esas dos. Sin embargo… prefería sobre todas las cosas a mi príncipe.

La última vez que había hablado con él había sido a mí llegada a la ciudad. Chateaba todo el tiempo con Lilly y poníamos la web Cam, Bastean estaba siempre ocupado y solo decía “hola y adiós”

Sabía en que andaba por supuesto. Lilly me había mantenido al tanto, todo el asunto del parentesco de Marie con los McDragon, los documentos falsos, el arresto, los varios intentos de asesinato, traiciones, todo eso. Ahora que todo se había arreglado esperaba ver a Bastean, o que por lo menos me llamara. Pero no lo hizo. Emití un suspiro. Me reprendía muchas veces al día por querer llorar, pero mis hormonas estaban jugando conmigo, sin mencionar que cada día que pasaba deseaba con todas mis fuerzas tener a Bastean conmigo para abrazarme, para que me susurrara al odio que todo estaba bien, y quedarme dormida sobre su pecho escuchando su corazón. El anhelo que sentía era asfixiante, casi dañino. Pero estaba embarazada, y prácticamente sola. (Sola emocionalmente claro) Amaba las atenciones que me daba mi padre. Salíamos con frecuencia los fines de semana, o nos quedábamos viendo películas en el sillón con un bol de cotufas. Lulú me enseñó a coser, tenía mucha paciencia conmigo si les soy sincera, si mi bebé tenía tres bracitos seguro le quedaría excelente, pero no era así. Las chicas tenían tiempos libres en los que venían a mi apartamento, incluso las ayudaba a hacer sus trabajos de la universidad para distraerme. No era divertido estar todo el día en casa sin hacer nada.

Había visto todas las películas que estaban en cartelera, probado cada sabor de helado que tenían en la heladería del frente, pasado horas jugando Wii con Jenna, incluso hornee tres pasteles, con Jenna, para donarlos a la escuela y ayudar a recaudar fondos para un nuevo parque de juegos. Gracias al cielo me amiga entendía mi situación actual, aunque ella trabajaba en una tienda de variedades, su tiempo de ocio era abrumador.

Llegamos al centro comercial. El transcurso en el auto fue bastante bullicioso, yo estaba constantemente en un estado taciturno, las chicas no me decían nada y culpaban a mis hormonas. Pasamos por un par de tiendas en las que habían hermosas faldas y blusas ajustadas, con tirantes y tops. Las chicas enloquecieron y corrieron a probárselo todo, sobre todo Valery que quería una de cada una en exhibición.

-¿Qué les parece?- dijo ella modelando un vestido rosa pastel corto que dejaba ver sus largas piernas y arriba era escotado sencillo pero hermoso.

-Es lindo- dije. No quería que sonara con fastidio, pero así fue.

-Mía si no te gusta que hagamos esto podemos, ya sabes, hacer otra cosa…- propuso Cloe.

-No, no, estoy bien, el vestido es lindo y se te ve genial Val- por dentro estaba enfrentándome a un manojo de emociones diferentes. En algún otro momento le hubiese hecho poner a Valery el vestido más horrendo, o ponérmelo yo misma, pero mi cuerpo no era el mismo, incluso yo era diferente, y estaba odiando ese cambio. Cloe me miró con ojos compasivos, ella entendía, no del todo, pero me alegraba que no me presionaran con eso.

-Hay una hermosa blusa aquí que puedes medirte Mía- dijo Cloe sacando del perchero una blusa larga color turquesa. Era ajustada en el pecho y luego ajustada en las caderas, todo lo del centro suelto y con detalles en la cintura. No quería arruinarles la tarde con mi estado de ánimo así que fui al cambiador y me la probé. Debo decir que se me veía genial, parecía más embarazada por lo suelta que era pero si la llevaba me duraría el resto del embarazo y después de él. Las chicas se emocionaron al verme, reímos, hicimos bromas y pagamos algunas prendas que llevamos de esa tienda.

Al cabo de dos horas teníamos por lo menos tres bolsas cada una. Y al pasar por una tienda de bebés Valery gritó y nos arrastro dentro. Todo era rosa del lado derecho de la tienda y azul del lado izquierdo. Y todo sumamente pequeño. Cloe sostenía en sus manos una pijama con pies celeste llena avioncitos y Val una franelita rosa chicle con vuelitos blancos en el cuello y puños, adornado con cintas también color rosa. No sabía a cual atender primero. Si solo supiera que eres bebé, pensé divertida. Fui a la parte de niño primero y observé todos los conjuntos, la imagen de un pequeño rubio con enormes ojos verdes se formó en mi cabeza, aunque lo único que deseaba era que fuera sano y feliz creía que tendría un niño, pero nunca se sabe con estas cosas. Tomé una braguita muy pequeña celeste sencilla y la guardé en la sesta que había tomado de la caja.

-¿Tendrás un niño?- pregunto amablemente la chica de la tienda. La cara de la chica decía “Eres una pequeña zorra, porque estas embarazada”

-Ah... no lo sé todavía- dije forzando una sonrisa. Luego caminé hacia la sección de niña seguida de la dependienta de la tienda pegada a mis tobillos.

Las braguitas de niña eran casi todas de color rosa, ¡Wuacala! Si tenía una niña la enseñaría a odiar el rosa.

-Cariño- dije acariciando mi vientre- escúchame bien, evitaremos a toda costa las secciones fresas de cada tienda a la que vallamos, claro si eres una niña, si eres niño no tendremos ese problema, jamás- Como respuesta él o ella se movió, hacia eso cuando le hablaba o me ponía a cantar. La dependienta se rió bajito, pero mis amigas rieron hasta las lágrimas. Escogí una braguita blanca con puntitos fucsia, y si están pensando que el rosa y el fucsia son lo mismo, pues déjenme decirles que no lo son.

-Mía mira esta frazada, es suave y unisex- dijo Cloe sosteniendo una manta amarilla. ¿Por qué todos pensaban que el amarillo era unisex? En fin, la metí en mi sesta.

Recorrimos la tienda y metí otros trajecitos diminutos en colores pasteles, y que no se viera mucho la diferencia, sobre todo con las franelillas y medias, también gorritos. Valery insistió en regalarme un lazo para el cabello por si era niña, y una pequeña gorra por si era niño, la ame por eso, pero si era una chica usaría esa gorra verde.

Cuando ya lo no podíamos más fuimos a comer para luego irnos a casa. De regreso la conversación era animada. Un poco más tarde mi padre me envió un mensaje.

“Cielo llevaré a Lulú a cenar, no nos esperes despierta. Te amo. PD. Dejé en casa algo para ti”

Las chicas hicieron bromas sobre eso, yo… no quería saber lo que harían, pero esperaba que se divirtieran. El trozo de pizza que llevaba desaparecería en medio de la noche, sonreí con malicia. Valery pegó un grito al leer un texto, pero siempre lo hacía, Cloe también lo leyó, pero no me dejaron verlo. Algo estaba pasando.

Al llegar al departamento las invité a quedarse ya que mi padre no estaría en casa, pero ambas dijeron tener tareas y exámenes, yo las despedí y subí por el ascensor.

El lugar estaba a oscuras cuando entré. Encendí la luz, me quité las botas y las arrojé junto a la planta que estaba en la entrada, a Lulú le molestaba pero lo hacía a propósito, fui directo a la cocina y tomé la pizza que llevaba, la metí en el microondas dejando las bolsas sobre la mesa, tomé asiento esperando que calentara mi cena. Estaba agotada.

-Creo que te divertiste el día de hoy.- Un escalofrío paso por mi columna vertebral. Esa voz… me di la vuelta de repente y la sangre de cara se desvaneció. Él estaba aquí.

-Tú… tú… - tartamudeaba. No me lo podía creer. Bastean estaba recostado contra el marco de la puerta despreocupado como siempre. Llevaba una camiseta ligera y unos jeans oscuros. El cabello estaba corto, diferente, pero se veía tan… real. Tantas veces lo evoque en mi mente, haciéndome creer que estaba en la habitación conmigo, y ahora, sí estaba, en todo su dorado y hermoso esplendor.

-¿Yo qué?- dijo él. Con una sonrisa mostró sus dientes blancos y sus ojos brillaron, allí en la pequeña cocina de mi departamento.

-Estas aquí- susurré muy bajo. Aun estaba en shock. Siempre pensé que cuando él regresara yo saltaría a sus brazos, abrazaría su cuello y lo besaría hasta quedar inconsciente. Y allí estaba yo, parada mirándolo embobada. Las lágrimas amenazaron con salir, ¡maldito hombre! Si no se movía en ese momento lo mataría.

-Para quedarme- dijo. Y como si hubiese leído mi mente cruzo en dos zancadas la distancia que nos separaba. Él me tomó en sus brazos y le rodeo lo más que pudo. Sentirlo ahí, tan cerca, hizo que las lagrimas que quería contener saliera y me dejaran débil.- Te extrañe demasiado. Era como si me faltara el aire yo…- dijo él mirándome aun abrazados.

-Te sentías incompleto- tantee- de la misma manera en la que yo me sentía- no me había dado cuenta de que él también estaba llorando sino hasta que puse mis manos en sus mejillas y limpie con el pulgar suavemente la lagrima que resbalaba por su rostro. Estaba más guapo, o eso creía yo, su piel era algo más oscura, un bronceado sexy, estaba algo más delgado, pero eso podía arreglarse, olía maravillosamente como siempre, era él, mi príncipe.

-Te amo- susurro. Y no pude responderle porque Bastean había bajado su rostro y de manera feroz tomó mi boca. Mis rodillas se pusieron débiles y me sentí volar. Extrañaba tanto esa familiaridad, su calor, su cuerpo tan cerca del mío que no sabias donde terminaba cada uno, así quería quedarme para siempre.

Después de eso ambos desaparecimos en mi habitación, que pronto se convertiría en la suya también porque estaba dispuesto a quedarse.

Aunque le pregunté si extrañaría a su familia su respuesta fue que ahora yo era su familia. Claro que los echaría de menos, al igual que yo los extrañaba inmensamente, pero que él debía continuar su camino. Le pregunté sobre su titulo y todo eso. Bastean me había dicho que cuando su padre falleciera debía ocupara su lugar, pero el rey Derrick era joven, fuerte, como un león, y para que muriera faltaba muchísimo tiempo, los McDragon eran un hueso duro de roer según él.

-Cásate conmigo- susurro en medio d la noche. Sacó un anillo de esmeraldas que brillaba bajo la tenia luz de la luna que nos iluminaba e ese momento. Estar a punto de perderlo en dos ocasiones me hizo pensar y esperar para dar ese paso era lo correcto, sé que dije que así estaba bien pero… estando él ahí, abrazándome, diciéndome que me amaba y queriendo hacer planes a futuro me hacían considerar mejor las opciones que tenia. Ya no estaba sola, nunca más, ahora lo tenía a él, y esperaba que fuera para siempre, mi padre y Lulú formarían una familia pronto y tenían derecho a ser felices sin que yo estuviera siempre allí, también yo debía crecer, y quizás esa era precisamente la raíz de mis miedos, tener que crecer, enfrentarme a un mundo en el que nadie tiene compasión por ti, que luchas o te comerán vivo, que tienes que ser el mejor o no eres nadie.

Crecer era todo eso, responsabilidades y más responsabilidades. Ahora que alguien dependería de mí, yo tenía que ser su pilar, su guía, que le enseñara lo bueno y a alejarse de lo malo. Bastean quería ser quien me sostuviera a mí, pero necesitaba que yo estuviera ahí para él también. Él nunca me decepcionó, siempre fue honesto, y era yo la que me negaba a ver con claridad, tal vez por miedo o ignorancia, pero ahora sabia que todo estaría bien, ahora podía creerlo. Tome un respiro y respondí.

-Sí, quiero casarme contigo- después de eso nos fundimos en un abrazo que calentó mi corazón, Bastean me susurraba palabras de amor mientras que hacíamos el amor como nunca lo habíamos hecho. Era la felicidad escapando por cada poro de mi piel, era sentirlo a él por completo, en cuerpo y alma. Nunca imagine ser más dichosa que en aquel momento. Quizás así amo mi madre a mi padre, de esa misma manera loca y arrebatadora, vertiginosa y desenfrenada.

Nadie dijo que seria sencillo vivir la vida, pero ¡hey! Es divertido. Porque es como una montaña rusa, sientes la adrenalina correr por todo tu cuerpo, hay subida y bajadas, te pones de cabeza y quieres gritar hasta que tus pulmones no den más, pero sigues subiéndote por mas terror que hallas sentido. No es cuestión de luchar, sino de disfrutar, de perseverar y alcanzar cada cosa que te propongas, desde lo más pequeño a lo más grande, de un paso a la vez. No es pelear todo el tiempo, solo es dejar que el tiempo haga lo suyo, y llevando nuestro propio ritmo.

“Vivir es una gran aventura”

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