Personas que leen :D

martes, 8 de noviembre de 2011

Capitulo 34

Vera. Catillo de Kent. Propiedad McDragon


Mía. Mi hijo. Era todo lo que me había pasado por la cabeza los últimos dos meses. Se estaba haciendo un calvario vivir como lo había hecho hasta ahora, como un autómata. Dormía, comía, me duchaba y hablaba mecánicamente. Una parte de mí se había ido y no estaba completamente seguro de recuperarlos.

La madre de Marie Elizabeth se había esforzado al máximo por incluirme en los preparativos de una boda a la que no quería pertenecer. En cuanto a la joven no hacía más que asentir a todo lo que su madre decía, parecía incluso distraída. Me pregunté millones de veces ¿Por qué? ¿Por qué Marie se prestaba para semejante falsedad? Pero su madre en ningún momento me dejaba hablar a solas con ella, necesitaba convencerla de romper nuestro compromiso por el bien de los dos, sin embargo esa bruja no dejaba de respirar sobre mi nuca cada instante.

Incluso la madre de Marie había escogido la fecha para la boda, el 10 de diciembre, el día de mi cumpleaños número 19. En cuanto lo sugirió no hubo derecho a replicas. Mi madre estaba a punto de enloquecer con esa mujer en el castillo todo el tiempo, haciendo planes para todo. La señora Whitehouse era una verdadera aprovechada, por no decir codiciosa e interesada, por su propio beneficio, claro está. Una tarde más fría de lo común le pidió a mi madre una cantidad considerable de dinero solo para proveer a su hija de ciertos caprichos que “necesitaba” antes de realizar una gran fiesta para celebrar nuestro compromiso, mi madre muy correcta de su parte le respondió:

-No hay nada que celebrar, y tú puedes proporcionárselos, después de todo eres su madre, y se supone que la familia de la novia paga la boda, con eso contamos mi querida Regina- con eso ella se levantó y fue hasta su despacho seguida por la enfurecida mujer que decía a gritos que ella estaba equivocada. Por suerte fue una excelente oportunidad para hablar con Marie que estaba sentada en una de las sillas revestidas que ocupaban el salón verde.

Parecía distraída, ni siquiera se había percatado de la discusión. Tenía la mirada totalmente pérdida entre los matorrales que había crecido en los meses anteriores. Incluso la taza de té que tenía en sus manos estaba sin tocar y ya fría.

-Maribeth – le dije, así la había llamado en el tiempo que habíamos estado saliendo. Pero ella no volteo a mirarme- Marie- insistí.

-¿Ah?- respondió, sus ojos normalmente vivaces estaban sin brillo.

-¿Sucede algo?

-No.- dijo rápidamente. No pude evita levantarme y arrodillarme a su lado. Quería odiarla, odiarla por hacer de cómplice en todo este circo y teatro, pero ella no era más que un títere en el juego de mi tío William, otra víctima de su sed de venganza. Aunque estaba junto a ella seguía ignorándome, o estaba tan absorta en sus propios pensamientos que no pareció notar mi cambio de lugar.

-Me gustaría que habláramos de algo muy importante ahora que no está tu madre para…

-Decirme nuevamente que no quieres casarte conmigo, eso lo sé- dijo con voz ronca y entre cortada.

-Sí. Tienes que entender que amo a Mía y… vamos a tener un bebé, probablemente nazca en abril o mayo. Quiero estar con ella sabes. Y sé que ya no me amas- ella seguía viendo hacia la ventana, ¡maldición! Era un tempano de hielo esa chica, pero no me rendiría.- te mereces ser feliz Marie, con un hombre que te ame, y desee casarse contigo por amor y no por obligación…

-Lo sé- me interrumpió ella, ¡vaya! Al menos no estaba gastando saliva en vano.

-Entonces si lo sabes ¿Por qué no lo detienes? Solo tú puedes acabar con esto.

-No puedo hacer- susurro. Me levanté exasperado y pasé las manos por mi cabello con frustración.

-¿Por qué?- grité. Ella tembló asustada ante mi estado, sus grandes ojos azul cielo estaban rojos y a punto de llorar. ¡AHHHH! Como odiaba ver a una mujer llorando.- Lo siento, lo siento, pero no entiendo tu negativa.

-¿Podemos salir a hablar afuera?- yo fruncí el ceño, ¿Qué diferencia abría?- Por favor- suplicó ella.

Salimos al jardín que empezaba a dar señales de un inminente otoño. El aire comenzaba a hacerse cada vez más frio y las hojas cambiaban de color rápidamente. A Mía le hubiese encantado el paisaje, pensé con nostalgia, tal vez ella también estuviese disfrutando del comienzo del otoño con su familia, pero sin mí, eso me destrozaba. Marie se ajustó su chaqueta de visón color crema al soplar una brisa helada que me hizo estremecer.

-Lo que te voy a decir debes prometer no decírselo a nadie- dijo en un susurro casi imperceptible mientras se sentaba en una de las bancas de piedra.

-Puedes confiar en mí- dije. Sosteniendo la manos en alto.

-Estoy enamorada- sonrió al tiempo que bajaba la mirada y jugaba con una brazalete de cuero color negro con un nombre escrito en letras rojas. David. Eso no me lo esperaba.

-Eso es genial- dije casi ilusionado- puedes suspender todo y estás con él…

-No es tan fácil- dijo ella rompiendo mi burbuja- es el hermano mayor de mi mejor amiga.

-¿Juliet?- pregunté al recordar a la chica rubia de ojos oscuros que siempre estaba con Marie cuando éramos más jóvenes, incluso en la escuela estaban siempre juntas.

-¡No!, ella es una zorra que lo único que deseaba de mí era usar mi ropa más cara. Hablo de Sophie, la hija menor de mi nana- ahora entendía todo. Shophie era una chica muy tierna y trabajadora que ayudaba a su madre con los quehaceres de la gran mansión Whitehouse. La joven tendría unos 15 años ahora, las pocas veces que la había visto siempre iba bien vestida y era muy educada, incluso podía pasar fácilmente como una chica pudiente, con la excepción de su humilde pero honrada familia. Ahora creía recordar a un muchacho increíblemente alto de tez bronceada por el sol, que ayudaba en el jardín si más no recordaba.- Mi madre me vio hablando con él hace un par de semanas, y se dio cuenta de mis sentimientos por él, así que insistió en que permaneciera todo el tiempo que sea posible en el castillo con tal de alejarme de él, incluso amenazó con correrlo a él con toda su familia si la desobedecía, y tengo miedo.

-Entiendo- dije sin más. Esa mujer podía ser una bruja.

-Pero no podemos seguir con esto, tú y yo amamos a otras personas, y si continuamos seremos inmensamente infelices.- ella bajo la cabeza y miró sus caras zapatillas blancas.- Tú perderás a ese muchacho y… yo no quiero perder ni a Mía ni a mi hijo.

-No muchos saben lo de tu hijo ¿cierto?- preguntó ella.

-No, es un secreto y es vital que no lo reveles a nadie- dije de manera autoritaria. No podía arriesgarme a ponerlos en peligro por mi imprudencia.- ¿Entonces puedo considerarte como una aliada?

-Me pides demasiado.

-Entonces no amas tanto a David como dices hacerlo- ella abrió los ojos como platos y grito un “No es cierto” pero yo seguí hablando- ¡Mientes! ¡Porque si de verdad lo amaras lucharías contra todos con tal de estar a su lado, y eso es lo que yo estoy haciendo!

-Lo amo Bastean, lo amo demasiado, pero esto es más grande que nosotros- lloriqueo ella- No puedo darme el lujo de ganarme a mi madre como enemiga, y mucho menos a tu tío que está loco de remate…

-¿Sabes donde esta mi tío?- pregunté en el momento en el que un plan se comenzaba a formar en mi cabeza.

-Claro, ha pasado en nuestra casa todo el tiempo, bueno, salé mucho en el helicóptero de mi padre, pero él pasa todo el día inconsciente por el alcohol y que apenas nota si es de día o de noche.- entre más me contaba más se me ocurría un brillante plan.

-Tengo una idea de cómo podemos librarnos de esto, y que los dos salgamos ganando.- Ella pareció dudar, pero respiró hondo y habló.

-Está bien, cuenta conmigo- en eso nos dimos un apretón de manos. Me gusta esa frase que dicen muchos villanos “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” Marie seria de gran ayuda y si estaba tan dispuesta a colaborar tenía que aprovecharla. “No te preocupes por nada mi amor, pronto estaremos juntos” susurre para mis adentros casi como una plegaria, esperaba con todo el corazón que mi plan resultara.



Mansión Whitehouse – una semana después – Marie Elizabeth Whitehouse.

En esos días me había quedado pensando en mi conversación con Bastean. Estaba a punto de ser papá y seguía atado a mí, por desgracia. Yo había buscado mil y un maneras, incluso leído ese bendito contrato una y otra vez para ver si encontrada algo, alguna pista que me sirviera de lago, pero sí Evangeline, la madre de Bastean, no había podido siendo la mejor abogada en el continente entonces no había salida.

Ahora me encontraba en el despacho de mi padre, que se encontraba vacío. Las largas bibliotecas revestían las paredes y llegaban hasta el techo, llenas de cientos y cientos de libros de todo tipo, incluso había una plataforma con otras bibliotecas. Entré en ese lugar consciente de que al no estar ninguno de mis padres podía buscar en paz, ¿pero que buscaba exactamente? No tenía la menor idea, lo que sí estaba segura era que no quería casarme a los 17 y mucho menos con alguien a quien no amaba.

Incluso en el pasado nunca sentí por Bastean lo que ahora sentía por David. Su enorme sonrisa de dientes blancos se filtro por mis pensamientos, era el muchacho más dulce que jamás había conocido, le gustaba cantar, y cuando cuidaba el jardín junto a su padre se ponían a cantar en un exquisito italiano. Un día yo me había quedado como tonta mirándolo trabajar, el sol brillaba y hacía mucho calor. David se había quitado la camina y subido las piernas de sus pantalones hasta las rodillas. Me había quedado pasmada al ver su espalda perlada de sudor, sus musculosos brazos trabajando arduamente, creí que eso solo se veía en las revistas, pero estaba retocadas con photoshop, pero David estaba ahí, en vivo y a todo color, sumamente sexy y bronceado. Él pareció darse cuenta porque se dio la vuelta y me descubrió en el balcón de mi habitación mientras lo observaba. Desde ese momento nuestros encuentros se hicieron más frecuentes, hablábamos todo el tiempo y reíamos mucho, pero uno de esos días mi madre nos atrapó hablando y me dio una fuerte regañisa. Me había dicho que arruinaría sus planes de casarme con un McDragon y tener mucho dinero y poder hacerme con el trono de reina algún día, sin embargo era su plan, no el mío. Tal vez en un punto lo pensé, quise a Bastean, pero siempre sospeche que él no me quería de la misma manera, puede que por la influencia de nuestros padres creímos haber sentido algo el uno por el otro, pero no fue así, y ahora ambos estábamos pagando por ello.

Rebusque los cajones del escritorio de caoba entre un montón de papeles, pero no eran más que cuentas que cada vez subían más, de ahí el interés de hacerse con la fortuna de los McDragon, porque entre el vicio de mi padre y las excentricidades de mi madre estábamos a punto de quebrar, sin mencionar que nuestro administrados era el más grande de los estafadores, William McDragon, mi padrino.

Quizás fuera traición lo que estaba haciendo, después de todo era mi madre de quien estaba hablando, y del hombre que había visto por mí en la ausencia mental de mi padre, pero no aprobaba lo que estaban haciendo, y sí los McDragon no podían solos, yo tenía que hacer algo. Porque faltaba un mes para la boda, y créanme no usaría el horrible vestido cascarón que mi madre quería que usara.

Un fuerte golpe interrumpió mi búsqueda. Los pasos pesados se estaban acercando rápidamente, corrí y subí por las escaleras hasta llegar a la plataforma y me encendí detrás de un sillón de cuero negro, allí nadie me vería, pero yo sí podía ver hacia abajo.

-Te dije que necesito más dinero para el ajuar de Marie, no pretenderás que siga usando lo mismo luego de que se case con el príncipe.- dijo mi madre casi a los gritos y entrando en la habitación, antes de preguntarme con quien hablaba vi la figura de un hombre entrar pisándole los talones. William McDragon hizo acto de presencia con toda su aura de poder e intimidación. Su cabello rubio idéntico al de su hermano estaba cortado a la perfección e iba impecablemente vestido.

-Te recuerdo que hasta que esa niña no se case con aquel bastardo no tendrás ni un centavo de mí ¿entiendes?- dijo él acercándose amenazadoramente a mi madre y ella ni se inmutó.

-Pareces olvidar que esa niña es tuya- ¿Qué? ¿Yo? ¿Hija de William? Estaba totalmente confundida con aquello, ¿es decir que yo no era una Whitehouse sino una McDragon? Por alguna razón nunca se me pasó por la cabeza que aquello podía pasar, es decir… ¿Mi madre y William? Era una locura, se suponía que él era amigo de mi padre, bueno de Guillermo Whitehouse, ¿acaso la amistad no valía nada para él? Y mi madre… estaba desconcertada. William agarro ferozmente a mi madre del brazo y la zarandeó.

-¡No repitas esa mierda! Solo te estoy ayudando a que sigas con esa bocota cerrada, además- dijo soltándola de manera agresiva. ¡Era un canalla! Ahora entendía a Bastean.- Yo saldré beneficiado de todo esto, esa muchacha me ve como a un padre, y la chiquilla no sabe lo cerca que está de eso- se rió para sí.

-¡Si la hubieses reconocido como tuya ella hora seria una McDragon y no estuviese pasando por esto!- le espetó mi madre. Él la miro con sus ojos azules muy fríos, unos ojos a los que ahora que me fijaba eran tan parecidos a los míos. Quería llorar por toda la basura que estaba escuchando. ¿Mi vida era una mentira? Quien creía ser, ya no era y quien creía era mi padre en realidad era otra víctima de las artimañas de esos dos.

-¿Y quedarme contigo también?- grito William emitiendo luego una risotada siniestra que me hizo encoger en mi lugar- ¡Estás loca! Nunca me hubiese reconocido a esa niña como mi bastarda, sin mencionar el hecho de que Guillermo estaba emocionado porque iba a ser padre.

-¿De qué hablas? Guillermo es más infértil que un oso de peluche. En cuanto quede embarazada él supo que no era suyo, por eso está como está.- ¡Dios! Por eso mi padre comenzó a beber como loco, para olvidar la traición de su esposa. Me sentía destrozada por dentro ante la cruda verdad. Pero… si lo pensaba con la cabeza fría era bueno para Bastean y para mí, porque al ser primos no podríamos casarnos, tenía que hablar con él cuanto antes, sin embargo visitaría a alguien primero.

Como ninguno de los dos hiso el esfuerzo de salir del despacho sino que comenzaron a coquetearse, lo cual me hizo poder histérica y asqueada, sin mencionar la humillación que sentía en mi interior, ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron sentarse en la mesa a comer conmigo y no caérseles la cara de vergüenza? Pero ninguno de los dos tenía dignidad y mucho menos corazón. Sin hacer ruido me escabullí entre las bibliotecas hasta encontrar un pasadizo que me llevaba al despacho superior, donde estaba mi padre.

El pasadizo era sumamente estrecho, olía a humedad y estaba tan oscuro como la boca de un lobo, pero tantas veces había pasado por él que lo conocía como la palma de mi mano. La mansión estaba llena de pasadizos secretos, y a lo largo de los años me había dedicado con la ayuda de Sophie a recorrerlos uno por uno, ignoraba si mi madre los conocía, o si conocía que alguno existía, pero era divertido escaparme de ella cuando no quería hacer alguna tarea o acompañarla a algún evento social rodeada de gente que se preguntaba porque mi padre nunca nos acompañaba. Ahora entendía la razón.

Cuando llegue a mi destino esperé a que mi visión se adaptase, pero dentro del despacho estaba también oscuro pero era el desconcertante olor a alcohol lo que percibí como una bofetada. Las pesadas cortinas color vino estaba corridas y no dejaban entrar ni un rayo de luz. Había libros, papeles y botellas de whisky desperdigados por el suelo. Caminé y tropecé con lo que parecía ser una estatuilla celta de esas que la gente suele coleccionar, un movimiento cerca del sillón llamó mi atención. Mi padre estaba sentado en su silla y con la cabeza recostada en el escritorio, su cabello era una maraña de cabellos rojizos, hasta en eso éramos diferentes, claro está yo tenía el mismo tono que mi madre, pero si hubiese sido rubia la farsa se habría descubierto mucho antes. Sin embargo el destino tiene sus maneras de traer a flote las verdades más dolorosas, pero que en este caso era sumamente conveniente. Con cautela me acerque al cuerpo inerte de mi padre, que respiraba plácidamente.

-Papi, no eres el único afectado por esto- susurré con nostalgia, ¿Cómo dos seres en los que habías confiado te pudieron hacer esto? Pensé.

-¡Regina!- dijo mi padre despertándose de un susto. Yo salte de la impresión que me causó. Tenía la barba crecida y los ojos desorientados, su aliento era alcohol puro, y ni mencionar su vestimenta desaliñada. Tenía los ojos oscuros rojos.

-No- dije tranquilamente- soy yo, Marie.

-Ah- dijo calmadamente- ¿Qué pasa pequeña?- Lo único que agradecía era, que a pesar de que él conocía la verdad nunca me había tratado con desprecio, sino al contrario, los únicos momentos de lucidez que tenia eran de risas, haciéndonos bromas y divirtiéndonos. A pesar de que William era mi padre biológico nunca ocuparía el lugar que tenia Guillermo en mi corazón.

-Quiera hablar contigo de algo muy importante.- el pareció confundido.

-Claro, claro, déjame tomarme la ultima copita que me queda y hablaremos de lo que quieras…- con calma le quite la botella que se estaba acercando a los labios.

-¡No papá, esto cosa te destruye!- dije lanzando la botella al suelo y viendo como el líquido ambarino se derramaba mi padre emitió un sollozo.

-Lamento que me veas de esta manera, debes odiarme por ser lo que soy, ¡Un maldito borracho!

-No te odio, pero me duele verte en ese estado, te necesito ahora más que nunca, y te necesito sobrio. – Me arrodillé a su lado y él me miraba con lagrimas en los ojos- Sé que no soy tu verdadera hija- sentí como sus manos se tensaban y sus ojos se agrandaban- pero aun así te amo, porque eres el único padre que eh conocido, y porque me has dado lo que ninguna persona me ah dado antes, cariño incondicional, y no te importa como soy porque también me amas, aunque no lleve tu sangre.- sus sollozos se hicieron más audibles al igual que los míos. Las lágrimas mojaban mis mejillas. Luego mi padre se arrodillo a mi lado y me abrazó.

-¿Como no amarte? Si eres la mejor hija que alguien puede desear- ambos nos miramos, y fue como nunca lo habíamos hecho. Sin decir palabras haciendo una promesa de estar juntos siempre- Voy a superar esto bebé, por ti. A todas estas… ¿Cómo te enteraste?

-Escuché una conversación entre William y mi madre.

-Ella nunca ah sido prudente con eso. Todos estos años me ah restregado en la cara que no llevas mi sangre, por eso te mantenía lejos de mí.- dijo en tono nostálgico.

-¿Comenzaste a beber porque ella te engaño con William?- pregunte curiosa.

-¡Oh no!- dijo echando una risotada- Regina siempre me ah engañado, quizás comencé a beber cuando ella me dijo que no podía estar contigo porque yo no era tu padre, que solo eras su hija y no mía, que no tenia derechos ni nada. Creo que me deprimí tanto que no me di cuenta que también te hería a ti pequeña.

-Pero ya no importa-dije decidida- lo que importa es que estés bien y que me ayudes a detener a William.

-¿A qué te refieres? –preguntó.

-Mi madre y él quieren que me case con Bastean, pero si como lo que dijeron ellos es cierto y soy una McDragon eso me hace prima de Bastean. Y no puedo casarme con él, además no lo amo, es un gran amigo, pero eso es todo. Incluso hay un documento que…

-Lo conozco- me interrumpió él- te madre me obligó a firmarlo, me amenazó con llevarte lejos y me aterré- yo acaricie su rostro descuidado.

-Nadie me separara de ti, pero ahora tenemos que demostrar que William es mi verdadero padre, que es un estafador y debe pagar por ello. ¡Pero no tengo idea que hacer!- estaba frustrada, pero al ver la sonrisa triunfal de mi padre sabía que él sí.

-Tengo todo lo necesario para hundir a McDragon. Y podemos hacer una prueba de ADN con alguno de los chicos McDragon o con el mismo rey y tendremos lo que necesitamos. – ¡Gracias al cielo! Abrace con fuerza a mi padre. ¡Dios, Dios, Dios! Mi padre era increíblemente inteligente, solo teníamos que llamar a Bastean y armar el plan cuanto antes.

-Este juego está a punto de acabar, ahora vamos, te prepararé yo misma un café bien cargado y dirijámonos al castillo de Kent lo antes posible.- el mañana parecía más claro ahora, y todo gracias a una conversación que no tenía que haber oído, o al contrario, escuche oportunamente.

A mi querido “papi William” le esperaba una gran sorpresa.

1 comentario:

  1. Hola!
    Me emocionaron TODOS los capitulos! estuvieron hermosos! de verada me encantaron todos, me dejast sin palabras! ya quiero q Bastean y Mia se reencuentren!
    espero con ansias el proximo capitulo! cuidate! bye :D

    ResponderEliminar