Personas que leen :D

sábado, 27 de agosto de 2011

Capitulo 22


Iba a volverme loca. Desde hacía más de una hora estaba revisando mi vestuario y no tenía la menor idea de que ponerme, ¿Qué se utiliza para comer con unos reyes?

Estaba lanzando otra blusa sobre la cama cuando escuche que alguien tocaba la puerta.

-Mía ya estas…- Lilly entro en la habitación y al mirar la ropa sobre la cama se detuvo en seco- ¿Que es todo eso? –dijo señalando la cama.

-Gracias al cielo apareces-me quejé- no tengo la menor idea de que usar para la comida- ella estaba revisando lo que tenia afuera. Yo me fijé en lo que llevaba puesto un vestido ligero color rojo con puntos negros, también unas zapatillas rojas y tenía el cabello recogido en lo alto, haciendo que su largo y rubio cabello diera la impresión de cascada hecha con tirabuzones. Que envidia, mi cabello no lucía así de bien ni en el mejor de sus días. Ella tomó un vestido blanco con rosas que estaba debajo de la montaña de jeans.

-Este es lindo- luego dio la vuelta a la cama. Nunca se me habría ocurrido ponérmelo, y mucho menos para una cena con unos reyes. De cualquier modo tomé el vestido que Lilly tenía en las manos y entre al baño. Era del tamaño de nuestra sala en casa. Tenía ducha y bañera, ¿Se lo pueden creer? Un armario lleno de toallas blancas, creo que nadie seria capas de usar todas esas toallas. Lavamanos y escusados de porcelana. Mucho lujo desde el principio hasta el final, me reí con ganas ante ese pensamiento.

Me cambié y busque unas sandalias a juego, tenía unas blancas de tacón pequeño. Me resigné a usarlos. Y luego… estaba el tema de mi cabello. Caminé hacia el espejo y me senté en el tocador, miré con desgano el cepillo, Lilly que había estado mirando extrañamente toda mi ropa miró mi reflejo en el espejo.

-¿Sucede algo?

-Ah… no.- Me sentía como una tonta. Comencé a peinar mi cabello y lo deje así, de medio lado. Pasé el cepillo una y otra vez distraídamente.

-Mía…-Lilly estaba detrás de mí. No me había dado cuenta de que mi cara se había descompuesto.

-¿Sí?- deje el cepillo y comencé a maquillarme ligeramente.

-Te pasa algo- lo dijo como un hecho y no una pregunta- puedes contarme, si quieres.

-Es una tontería, cosas de grandes, es complicado- ella se puso seria.

-Odio que digan eso, no soy una niña.-ella se cruzo de brazos y frunció el ceño.

-No quise decir eso- me disculpé- es que… tengo muchas cosas en la cabeza ahora. También odiaba que me dijeran que era una niña.

-Está bien- ella suavizó el ceño- ¿te parece si te arreglo un poco el cabello?- yo solo asentí. Ella me recogió el cabello de manera extraña, pero me vía… bien, diferente.-¡Estás perfecta!- Grito ella- Vamos, antes de la Señora Mesteer enloquezca al no ver a “tres niñas en la mesa” –Ella se echó a reír, parecía un chiste privado.

-¿Qué significa?- ella me tomó del brazo y juntas recorrimos el corredor rumbo al “gran comedor”

-Cuando era más pequeña la Señora Mesteer solía contarnos al sentarnos en la mesa, pero nosotros escapábamos y nos metíamos debajo del mesón, eso la sacaba de quicio, y decía que un días de estos moriría a causa de los nervios, por eso decía “dos niñas y un niño” antes de nacer Cecile, y luego que ella tuvo dos años siguió nuestro ejemplo, o debería decir mal ejemplo- ambas nos reímos y entramos al comedor. Dos sirvientes abrieron un par de puertas para hacernos pasar a la habitación.

Era como me había imaginado el comedor de los cuentos, con una mesa larga y muchas sillas de madera, en la cabecera una especie de silla más alta parecida a un trono o algo así, pues así más o menor era. La habitación era enorme, y los ventanales daban al jardín. Había muchos sirvientes vestidos con sus uniformes parados cerca de la mesa, dispuestos a servir supuse.

Había otro par de puertas en un extremo de la habitación, dos de los sirvientes abrieron para dejar pasar a Bastean que llevaba a su hermanita en los brazos.

Desde hacía mucho tiempo no lo veía. Vestía unos jeans, ¡wuao! ¿Y por qué diablos yo llevaba vestido? Él me sonrió y bajo a la pequeña, que corrió hacia mis piernas.

-¿Tu eres Mía?- preguntó ella. Era la niña más hermosa que había visto, y más atrás venia la que supuse era Monique corriendo hacía Bastean, para prensarse de su pantalón.

-Hola linda- la saludé- sí soy Mía ¿y tú? – ella se tapó la boca con sus manitas y comenzó a reírse como si dijera la cosa más graciosa del mundo.

-¡Yo soy Ceci!- dijo como si fuera algo obvio- y ella- señalando a la otra niña- es Moni y tiene una muñeca que no me quiere prestar- yo le acaricié el cabello y me dirigí a Monique- Hola Moni, es un placer conocerte- ella me miró desconcertada, miró a Bastean y este le hizo una seña para que se acercara a mí.

-Me gusta tu cabello- dijo inocentemente. Por lo menos a ella le gustaba, pensé divertida.

-Gracias, a mi me gustan tus ojos.- Iguales a los de su hermano. Cecile tiro de mi vestido reclamando atención.

-Yo tamien tengo ojos veldes- todos se rieron. Bastean me miró y me giñó el ojos, ok sí en ese momento me temblaron las rodillas.

-Y son hermosos- pero no miraba a la niña- Hola- él se acerco a mí y me dio un beso en la frente.

-Hermosa eres tú- luego me dio un besito en la boca, eso hizo que las pequeñas se carcajearan y Lilly se pusiera las manos en el estomago.

-¡Oh por Dios! me siento enferma, mucho amor me hace daño- Bastean corrió hasta donde estaba su hermana y le beso las mejillas, ella forcejeó y chillo para sacárselo de encima. Una señora mayor y con gordita entro al comedor negando con la cabeza.

-¡Por todos los Dioses señorito Bastean!- la señora de extraño acento empezó a taconear con sus feos zapatos de institutriz.

-¿También quieres un poco de amor nana?- puso la más picara de sus sonrisa, cualquiera sedería ante eso, la señora frunció el ceño, pero luego abrió sus brazos y Bastean fue hasta ella. ¿Dónde estaba el chiquillo malcriado que él dijo ser? Más bien daba la impresión de ser un hermano amoroso y educado

-¡Hay muchacho! te portas de esa manera porque la niña pelirroja está aquí porque si no ya estuvieras corriendo de aquí para allá haciendo escándalos- Pude ver como él se sonrojaba. ¡Era tan dulce avergonzado!

-Eso no es cierto nana…- ella lo ignoro y se acerco a mí.

-Es un gusto niña, mi nombre es Greeley Mesteer, soy la nana de los chicos.- el cabello canoso y la dulzura de su sonrisa me hacían recordad a la abuela Nina, cuando la echaba de menos.

-Igualmente, me llamo Madeleine, pero me dicen Mía- Bastean me miró sorprendido… creo que no le había comentado mi nombre completo, bien ahora me esperaba un regaño. Yo le sonreí y el negó de manera divertida, tomó del suelo a la pequeña Cecile y la llevó de la cintura hasta sentarla en una de las sillas dispuestas a la mesa.

-Bienvenida a Vera niña Mía. ¿No le molesta que la llame niña verdad?

-No me molesta en lo absoluto, la señora que cuida a mi abuela me llama niña Penny, me confundía con mi madre.- aquel recuerdo me puso un poco triste. Aun después de su muerte la señora Cooper seguir llamándome niña Penny.

-Entonces debe ser igual de bonita que usted niña Mía- yo le sonreí tristemente. Al instante ella tomó mis manos y hablo bajito- ¿oh pequeña perdiste a tu madre?

-Sí pero, no se preocupe, fue hace mucho tiempo, era solo una niña- ella asintió y me llevo hasta la mesa.

Había un asiento junto a Bastean, cuando quise sentarme la pequeña Cecile ocupo el puesto y bueno, me senté a su lado. Él estaba jugando con la niña que intentaba despeinarle el cabello, reía y le hacía cosquillas, era una imagen muy linda. Y luego… pensé en mi propio hermano, en cómo me ayudaba a subir a la mesa porque era muy pequeña. Paul me dejaba dormir con él cuando llovía y temía a los truenos. También espantó al monstruo de mi armario, que resulto ser una chaqueta mullida de papá. Cuando cerraba los ojos creía ver su cara, como seria ahora si estuviera con vida, pero cada vez se me hacía más y más difícil recordar su voz, solo su imagen permanecía intacta, sus ojos tan parecidos a los míos. Ver a Bastean en su faceta de hermano mayor me hacía extrañar demasiado al mío.

Las puertas por las que había entrado Bastean y sus hermanas se abrieron. La reina Evangeline estaba arreglada con un traje color crema, muy femenino y delicado, por su parte el rey… Derrick, si mal no recordaba, estaba también de traje y corbata. Todos elegantes con la excepción de Bastean y sus hermanas. Las pequeñas tenían vestidos ligeros también, por lo que supuse que ellos tendrían asuntos que atender o algo así.

-Ya pueden servir- anunció la reina. De inmediato los sirvientes que habían estado como estatuas en la pared comenzaron a colocar en la mesa bandejas y cuencos con diferentes platos. La bajilla ya estaba en la mesa y me fijé que era muy fina, y habían muchos, muchos tenedores, cuchillos y cucharas. Yo no sabía cuál era para que plato. Uno de los sirvientes puso en mi plato una crema color amarillenta que olía fantástico debo decir. Tomé la cuchara que era más o menos grande y probé la crema, era de maíz. Algo en mi interior izo clic. ¡Bastean era alérgico! De inmediato lo miré y me fijé que estaba comiendo una crema, pero en color rojo, tomate supuse. El corazón se iba a salir de mi pecho ante la posibilidad de que Bastean se enfermara, pero luego pensé, ese error se hubiera cometido accidentalmente en casa, donde no conocíamos sus hábitos alimenticios, pero estaba en su casa, donde había vivido toda su vida y rodeado de personas que lo conocían.

-Bastean está muy caliente- susurró Cecile a su hermano. Él de inmediato tomó su cuchara y le sopló la crema para que ella pudiera comerla. Fue un gesto muy dulce, pero me extrañó que no fuese su madre la que la ayudara. En cambio ella estaba concentrada en su comida. La mesa estaba silenciosa, en casa eso ameritaría una atmosfera tensa, pero aquí era como una costumbre.

No había terminado mi crema de maíz cuando me retiraron el plato de la mesa. Miré a Bastean confundida.

-Cuando el rey termina se retiran los platos, aunque no allás terminado, debes comer rápido princesa.- yo le saque la lengua. Cecile se tapó la boca y comenzó a reírse. Bastean le pasó una mano por la cara en forma de broma.

Luego comenzaron a servir un bistec cocido, eso fue todo. Luego noté que todos llenaban sus platos con las cosas que había en las bandejas que antes habían estado cerradas.

Una de ellas tenía ramas de alcachofas, otra con papas horneadas, ensalada entera, y otro más con ensalada ligada con aderezo. Puré de papás con una salsa encima (tomé un poco de esa) Se sirvió un vino muy dulce, agua, y jugo para las pequeñas.

En mi vida había comido algo tan delicioso como eso, no es que critique las habilidades culinarias de Lulú pero, ¡Hello! Estamos hablando de la mesa de un rey.

Y hablando de reyes, fue este quien comenzó una conversación con su esposa, esta sonreía y asentía amablemente a lo que él decía. Al cabo de un rato la conversación fue dirigida a mí.

-Mía- dijo el rey- Cuéntanos un poco de cómo se conocieron tú y mi hijo- yo me sonrojé al instante. ¡No le iba a contar que le hice señas con el dedo a Bernard!

-Bueno… ah…- ¡Mierda! Estaba atorada. Respira Mía, respira, me dije- Bastean se quedó en la casa estudiantil que pertenece a mi familia.- La reina creo que se le atragantó con una de esas ramas de alcachofas, porque la vi moverse hacia delante con la servilleta en la boca. Bastean soltó una risita, como si se atragantara él también, pero más como una risa contenida.

-También veíamos muchas clases juntos- continuo él.

-¡Oh eso es interesante!- exclamo la reina, ya mejor gracias al cielo- ¿Y… quien supervisaba? Es decir… ¿Había adultos en la casa?

-Claro- dije sin más- Mi madrastra vive allí también, además de nuestra ayudante y bueno… Bernard que se quedó con nosotros. Además- continué- viven otros seis chicos más.

-Tengo entendido que pertenece a tu padre- dijo el rey llevándose la copa de vino a los labios.

-Sí- dije sonando más triste de lo que pretendí.

-¿Y no vive él también en la casa, con tu madre?- en ese momento en realidad me paralicé. No me gustaba sentir latina de nadie. Siempre fui la pobre huérfana a la que su padre no podía ni ver, y ahora pasaba lo mismo. No quería que sintieran compasión por mí, me sentía lo suficientemente fuerte para seguir sola, a pesar de todo. Pero si lo que mi padre había prometido era cierto, nunca más seria victima de compasión.

-Madre no es correcto…- comenzó Bastean, pero lo detuve. Una vez más me tocaba contar acerca de mi rota familia, era normal cuando alguien te pregunta ¿Por qué vives sola? O ¿Puedes presentarme a tus padres? Suspiré.

-Está bien- susurre para tranquilizarlo. Miré a los reyes que parecían confundidos- Yo me encargo de la casa porque… mi padre trabaja en la ciudad en una gran compañía y… -trague- mi mamá falleció cuando tenía ocho, también mi hermano mayor. – el silencio reino nuevamente en la mesa.- Pero fue hace mucho no hay de qué preocuparse.

-Cariño-dijo la reina dulcemente- debió ser muy duro para tu familia.- Yo asentí. Ven, que les dije, compasión.

-Pero veo que eres una chica bastante determinada ¿no es así?- el rey sonrió, esa sonrisa me recordaba a Bastean, eran muy parecidos, tal vez algún día así se vería él.- Mantener una casa siendo tan joven es admirable. Habla de constancia y madures. Deberías enseñarle algo de eso a mi hijo, y también a Lilly.-Bastean comenzó a reír y Lilly puso cara de enfado. Yo comencé a reír también y… en fin… todos comenzaron a reír. Con esa atmosfera alegre, me sentía mejor, ya no era el comedor silencioso de hace un rato, ahora era más familiar. – ¡Oh!-exclamo el rey- se me olvidaba algo.- este le hizo señas a uno de los sirvientes y él entro con un pastel decorado con hermosas flores de azúcar, era blanco y de dos pisos. Hice hasta lo imposible para no dejar caer mi boca hasta el suelo, como en las caricaturas. No sabía si reír o lloras.

-Feliz cumpleaños Mía- dijo el rey. Luego sentí una mano en el hombro y miré a mi lindo, lindo Bastean parado detrás de mí. No me importaban las leyes del decoro en ese momento, es más, ni las conocía, ¡AL DIABLO LAS FORMALIDADES! Me levanté y lo abracé.

Sentí sus labios contra los míos y juro por todo lo que es sagrado que olvide donde me encontraba. Escuche el bullicio de las chicas y los aplausos del rey y la reina. Me sentí avergonzada.

-Feliz cumpleaños amada mía- Bastean me dio otro pequeño beso. Luego hubo un carraspeo.

-Puedes tenerla al rato hermano-Lilly corrió hacia mí, él se alejó y dio paso a su hermana que me abrazó. Las más pequeñas también me abrasaron. Hasta la nana lo hizo. Aunque no lo crean, no esperé algo así de una reina, pero ¿Qué creen? Ella también fue a felicitarme. A Bastean se le iban a salir los ojos, y no entendía porque, su mamá era muy dulce.

-Bueno, vamos, vamos Mía, sopla las velas y pide un deseo- dijo el rey colocándose detrás de su hijo con una mano en su hombro. Era una imagen que jamás creí presenciar, no por ellos, nunca esperé ser la novia de un príncipe, tal vez sí de pequeña, pero después de varias decepciones olvide todo eso.

Y ahí me encontraba, rodeada de personas que no llevaba conociendo ni 24 horas, festejando un día tan importante para la vida de una chica. Ese sentimiento de familiaridad y protección, solo lo había tenido en una época: Cuando mamá y Paul vivían. Y al no estar ellos ¿Qué más daba? Pero por alguna razón estar con esas personas, gente importante, que tal vez tendrían mejores cosas que hacer, me llenaba de felicidad.

Estaba claro que lo hacían porque Bastean se veía feliz conmigo, porque estaba feliz conmigo, o eso creía, ¡No! Estaba segura que era feliz, y aun así querían darme sus buenos deseos. Claro, supongo que Bastean no tuvo influencia en el sentimiento de Lilly por mí, ella dejó muy claro que si lastimaba a su hermano me mataría, pero mientras lo viera feliz ella lo era también, dijo que yo le caía bien, como si nos conociéramos de siempre, otro sentimiento extraño para mí. O por lo menos un sentimiento de hermandad olvidado. El que solo sentía con mis amigas, y claro por Phill.

Yo fui hasta la mesa y soplé la velita que estaba en la cima del pastel… un deseo, pensé…

“Que no despierte nunca de este maravilloso sueño” 

De repente la puerta se abrió y apareció un hombre, muy parecido al director de la escuela, también parecido al rey.

-¡Wuao! Toda la familia reunida, y veo que tenemos invitados. Mucho gusto- el hombre tomo mi mano e hizo una reverencia- soy William McDragon.

1 comentario:

  1. Hola,preciosas letras van desnudando la belleza integral de este blog, si te va la palabra elegida, la poesía, te invito al mio,será un placer,es,
    http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
    gracias, buen día, besos truhanes...

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