Personas que leen :D

sábado, 27 de agosto de 2011

Capitulo 21


Estaba nervioso, mucho he de agregar. Todos los sirvientes estaban formando una gran comisión en la entrada del castillo. La señora Mesteer como siempre estaba con un pañuelo en las manos, mis hermanas están ahí, las dos más pequeñas saltando, mientras que Lilly mantenía una postura impecable. Mi madre estaba junto a mi padre al frente de la multitud, me pareció extraño, puesto que no me había despedido de mi padre y ella prácticamente me había subido al avión.

La limosina se detuvo y los sirvientes se pusieron en marcha de inmediato. Abrieron la puerta y puse un pie fuera. Era realmente maravilloso pisar mi tierra después de casi medio año fuera. Las trompetas empezaron a sonar y los tambores repicaban anunciando el regreso de un McDragon a su hogar.

-Querido hijo bienvenido a casa- dijo mi madre acercándose a mí para darme lo que parecía un abrazo, pero en seguida corrigió su postura y espero a que yo hiciera la acostumbrada reverencia y me ofreciera su mano. Así pues, hice la reverencia y bese sus nudillos. Hizo algo que no me esperaba, ella me tomó de la muñeca y me atrajo hacia sus brazos, estaba sollozando y besaba mis mejillas como nunca antes había hecho, ante eso me tensé. ¡¡Wuao!!, saldría del país con más frecuencia, pensé.-¡Mi cielo como crees que después de este tiempo no te recibiría de esta manera!- sus ojos celestes estaban llorosos. Ella sabía que no me esperaba aquel gesto.

-Vamos Evangeline no acapares al muchacho- dijo mi padre con voz profunda. Sus cabellos rubios brillaban con la luz del sol, había olvidado como brillaba el sol en Vera. A regañadientes mi madre me soltó y él me dio un fuerte abrazo. Por lo menos de mi padre sí que lo esperaba, a pesar de ser el duro hombre que muchos temían y respetaban, para mí era un hombre justo y digno de admiración, aunque nunca pasaba mucho tiempo con nosotros, esos momentos eran realmente valiosos. En secreto siempre quise ser como él, porque no le tenía miedo a nada. Quería que el pueblo me amara algún día como lo amaban a él.- Veo que traes un recuerdo de América – dijo él fijando su mirada detrás de mí. ¡Mía! Por un momento me había olvidado de ella, y era extraño porque nunca tenía otra cosa en mente que no fuera ella. Me separé de mi padre y caminé hacia ella, que había estado parada delante de la limosina todo el tiempo.

-Lo siento cariño- susurré. Ella negó con la cabeza en señal de no darle importancia. Yo le tomé la mano y la lleve frente a mis padres.- Madre, padre, ella es Mía Taylor, es mi novia.- miré hacia ella que estaba sonrojada, soltó mi mano e hiso una reverencia algo torpe, pero adecuada y sonrió de la manera más dulce y sincera.

-Es realmente un honor conocerlos- dijo con voz firme.

-Encantada preciosa- sonrió mi madre. ¿Acaso estaba medicada? ¿Dónde estaba la mujer dura, y estirada que controlaba a todos?

-Bueno hijo, no sabíamos que tenías una novia, pero ella está aquí- mi padre tenía un buen sentido del humor, pero solo con los allegados porque de resto…- Es un gusto muchacha.- un carraspeo hiso a todos dirigir su mirada hacia la entrada.

-Yo si sabía de ella padre-dijo Lilliam mostrando una sonrisa de suficiencia. Como siempre ella quería ser el centro de todo. Ella dejó la postura que llevaba y salió corriendo hacia mí, salto y la elevé como cuando era más pequeña, obviamente hacia 5 kilos atrás. Cuando la dejé en el suelo ella se sujetó de mi cuello y me dio un abrazo que casi me deja sin respiración- Eres un miserable gusano hermano.

-Esa lengua Lilliam- regaño mi madre.

-Lo siento Titán – ella hizo un puchero y escuche la risita de Mía a mis espaldas.- En cuando a ti- dijo refiriéndose a Mía. Ella puso los ojos como platos, sus mejillas s pusieron rojas- te advierto que es mi único hermano, así que si le haces algo te juro que…- yo le tapé la boca a la loca impulsiva de Lilly. Mía se rió un poco más fuerte y se acerco a nosotros, quito mi mano de la boca de la mocosa y le sonrió.

-También es un gusto conocerte Lilly- Mi hermana rió también y la abrazo como si se conocieran de toda la vida.

Dos pequeños huracanes bajaron los escalones de la entrada y saltaron a mis brazos como había hecho Lilly hacia un rato, pero esta vez yo me agache y ellas se guindaron de mi cuello. Monique tenía el cabello más largo, y Cecile estaba un poco más alta.

-Titán al fin estas en casa- dijo Monique secándose los ojos con sus manos.

-Te lo dije Moni, te dije que iba a golver- Cecile me dio un beso en la mejilla.- ¿Quién es la señodita de pelo bonito?

-La señorita se llama Mía, y es mi novia- les dije. Sabía que no lo entenderían pero…

-¿Cómo la señorita Marie Elizabeth?- preguntó Monique de manera inocente. Miré instintivamente a Mía que estaba hablando con Lilly. Gracias a Dios ella no la había escuchado.

-No repitas eso, Mía es mi novia.- por un segundo me había alterado, pero al parecer nadie había escuchado el comentario d mi hermanita.

-Bueno, bueno, vamos todos adentro- dijo mi padre con voz autoritaria- los muchachos deben estar cansados, ya habrá tiempo de charlar.

Con paso decidido tomé la mano de Mía que parecía estar emocionada. Entramos al cantillo seguidos de la comitiva. Era bueno estar en casa… en parte.



La habitación que me habían asignado era… GIGANTE. HERMOSA. OSTENTOSA. ¿Qué más…? FABULOSA…

La joven que me había llevado allí se llamaba Madeleine, como yo. Era alta y de cara pecosa, con el cabello rubio casi claro y lindos ojos pardos. Tenía el acento francés algo marcado. Me agradó al instante, parecía no ser mucho mayor que yo.

En cuando a la habitación… ¿ya les dije que era impresionante? Pues sí que lo era. Tenía una antesala con todo el mobiliario color champan, dorado, melocotón, rosas de los más pálidos. Tenía sillones, una mensa de té frente a un televisor plasma que ocupaba casi toda la pared, y a pesar de que la apariencia del castillo fuera un tanto medieval, era realmente moderno. Las paredes estaba tapizadas con un extraño entramado, las molduras tenían diseños complicados y el suelo era de granito pulido en tonos cremas. Más alejada había una mesa o… escritorio de lectura, con una silla forrada a juego con los muebles. Había un carrito de té con bebidas y una pequeña hielera. Me encargué personalmente de explorar todo el cuarto. El dormitorio era una obra de arte. La cama era… ENORME. Tal vez el doble que la mía, podrían fácilmente dormir cuatro personas y aun así estirarse. Las sabanas, cubre camas y edredones eran acorde con la decoración, los mismos tonos y diseños. El armario era de madera pintada en blanco con detalles dorados. Había dos grandes ventanales, corrí hacía ellos y los abrí. ¡Tenía un balcón! Al parecer me encontraba en una de las torres, eso explicaría el tramo tan alto de escaleras, pensé.

La vista del valle era algo glorioso. El bosquecillo de la entrada estaba hacia el oeste, y justo debajo había un jardín con hermosas flores con sus pétalos al sol. Rosas, magnolias, lilas, y otras que no llegue a distinguir desde lo alto. Estaba extasiada con tanta hermosura, y al horizonte había un campo verde, con más arboles por aquí y por allá, un río no muy lejos que se perdía por el bosque. Bastean tenía toda la razón, te enamorabas de un lugar como ese. A Paul le hubiese encantado ese lugar.

-Te gusta tú habitación- dijo una voz a mis espaldas, me giré y ví a Lilly recostada al marco de la división entre la sala y el dormitorio, me recordó a Bastean, con esa sonrisa despreocupada y aire de misterio.

-Es hermosa-dije.

-Le sugerí a mi madre que te alojaras en la habitación purpura, según Titán te hubiese gustado más, pero esta está más cerca de la suya así que pensé que era mejor. Claro que ella no sabe de esto- la muchacha se rió bajito y camino hasta sentarse en el mueble a los pies de la cama. Su caminar tenía una gracia casi felina, su porte era como imaginé de alguien de la realeza, orgulloso, delicado. Para ser tan joven poseía una belleza sin igual, tez blanca sin pecas, ojos verdes, iguales a los de su hermano, pestañas largas y espesas. Su cabello estaba perfectamente arreglado, con risos sueltos y un broche en color dorado con piedras a juego con su vestido color crema, y un cinturón negro. Me hacía sentir una delincuente de la moda con ese vestido mostaza, el mismo que había usado al ir de compras. Bastean no dijo nada sobre el atuendo así que lo considere perfecto, o por lo menos decente. Y ahora que veía a su hermana…

-Y… ¿Qué piensas?-ella me saco de mis pensamientos.

-¿Eh? Está bien.

-Vamos, ¿solo bien?- ella pareció decepcionada.- ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Claro- dije mientras me sentaba en una silla tapizada frente a la enorme peinadora de caoba. Ella frunció el ceño.

-¿Qué clase de relación tienes con mi hermano? Es decir, sé muchas cosas porque él me ha contado, no nos ocultamos nada, somos como gemelos o algo así. Quiero escucharlo de ti- ¿Qué relación? ¿No era obvio? En fin, una señorita bien educada, como suponía que era no necesitaba conocer los detalles, pero como ella afirmaba era muy unida con Bastean.

-Bastean y yo estamos saliendo desde hace algún tiempo y sinceramente no he querido a nadie como lo quiero a él- ella sonrió, pero aun no parecía satisfecha- ¿Qué más quieres saber?

-¿Cuánto lo quieres Mía? Porque sé que él realmente está loco por ti y no me gustaría verlo con el corazón roto.

-Lo adoro Lilly, creo que desde el primer momento me robo el corazón- era cierto. Parecía que hubiera pasado muchísimo tiempo desde que había visto a Bastean por primera vez, y claro le había mostrado mi dedo a Bernard, y casi lo mataba por burlarse de mi ese día en la escuela. En algún momento entre el incidente con Peter, y nuestra noche en el Baile, me había enamorado completamente de él.

-¡Te pusiste roja! Con eso me basta… por ahora- dijo mientras se levantaba y caminaba algo en mi cabeza hizo “Clic”

-Lilly…- ella dio la vuelta majestuosamente.

-¿Si?

-¿Quién es Marie Elizabeth?- Ella puso los ojos en blanco. Ok… aquí pasaba algo y no tenía idea de que era. Lilly abrió varias veces la boca, como para decir algo pero no salieron palabras, uno que otro balbuceo.

-Señorita Mía, ya su equipaje está…- Madeleine entró a la habitación y se percato de la presencia de Lilly, por lo que hizo una reverencia y luego miro avergonzada a la muchacha- Discúlpeme señorita Lilliam no sabía que estaban ocupadas…

-No, no Madeleine, ya me iba- Lilly salió casi corriendo gritando un “Hasta pronto” . Yo me reí para mis adentros. Esto de esconderme cosas el primer día no me gustaba en lo absoluto. Pero no eres nadie, dijo esa vocecita fastidiosa en mi cabeza, si es un secreto debe permanecer secreto. Gracias al cielo yo tenía una mente más que curiosa y no me quedaría con la duda. Ese tipo de cosas me han salvado el pellejo más de una vez. Es mejor prevenir que lamentar.

Madeleine se sintió muy avergonzada, pero para calmarla le dije que ella había sido la campana que salvó a esa muchacha. Ella se echó a reí y me ayudo a desempacar mis maletas. Hacía comentarios acerca de cuan abrigada era, o que era muy informal. Más tarde instalé mi laptop en la mesa de lectura y gracias al cielo y al wi-fi logré revisar mis correos, que eran unos cuantos. Mi celular no tenia recepción alguna, por lo que me frustre a sobre manera, pero al leer los mensajes de los chicos me animé un poco.

Había unos 10 de Valery, con recuerdos, saludos por parte de su madre, muchas fotos de Portugal. También de Cloe escribía diciendo cuanto me extrañaba, que tenía cosas que contarme, algo sobre una pastelería que abriría algún día, después de ir a la universidad, de esos unos 15 más o menos. Los más recientes eran de esa misma mañana todos deseándome un feliz cumpleaños.



Estaba en el despacho de mi padre esperando a que el vago de Jurdan apareciera, ese inepto hacía lo mismo cada vez que le pedía algo. Con casi 10 minutos de retraso él hombre se apareció con la caja que mande a encargarle.

Le había comprado a Mía un presente por su cumpleaños. No le había hecho el comentario sobre la fecha y tampoco ella lo mencionó, pro se llevaría una gran sorpresa.

-¿Qué tienes ahí Bastean?- pregunto mi padre mientras ordenaba unos papeles que llevaba amontonados en el escritorio.

-Es para Mía- dije entregándole la caja de terciopelo negro. Él me miro divertido y la abrió. En EE. UU. Le había comprado una cadena de plata con un dije en forma de corazón. Estaba hecho en plata y recubierto en pequeños diamantes. Cualquiera diría que es algo ostentoso pero nada es suficiente para demostrarle lo que sentía por ella.

-Es hermoso hijo- mi padre cerro la caja y me la devolvió. Luego frunció el ceño pensativo- Bastean… ¿Qué hay de la señorita Marie Elizabeth Whitehouse? Ya no sales con ella ¿cierto?

-Eso fue hace mucho, además ella terminó conmigo.-dije sin más.

-Porque la engañabas con esa muchacha Sandy de las cocinas- él se echó a reír, pero yo no le veía la gracia.

Marie Elizabeth había sido mi novia hasta unas semanas antes d ir a Washington. Era muy educada y correcta, pero aburrida al fin y al cabo. Seguía al pie de la letra los códigos que nos exigían. Salimos por dos años, incluso se habló de matrimonio cuando lo que más deseaba era sacármela de encima. Sus contantes chácharas vacías me hacían querer gritar. Pero no puedo negar que me atraía, por ser sin duda hermosa con sus ojos azul oscuro, el cabello oscuro y su tez rosada “Cualquier hombre mataría por ella” todos menos yo. Al principio me sería el más poderoso de los hombres, ok sí, tenía 16 años y era un idiota pero aun así fue increíble que ese ángel, como lo llamaba se hubiera fijado en mí.

Pero con el paso del tiempo fue más por apariencias que por amor, tal vez nunca hubo amor. Nuestro primer beso fue casi cinco meses después de ser novios, ¡Casi me muero! Pero era tan correcta que deseaba hacer las cosas con calma… ¿Qué esperar a casarnos para poder besarla? ¡Ni loco!

Además, yo era el más malcriado de todos, era un miserable, sí, pero dije Era ¿ok?

Su padre era dueño de una de las mayores textileras en Vera. El viejo Whitehouse, estaba orgulloso de esa relación, y mis padres la adoraban. Era la “nuera perfecta” Callada, atenta, servicial, sumisa bla bla bla… Y la sirvienta era más que divertida.

Y luego conocía a Mía y…

Me quede prendado, porque era lo que Marie no era, aventurera, rebelde, directa. Y sobre todo porque me enseñó a amar, con su dulzura y sinceridad. Nunca sentí eso por Marie, tal vez solo estaba deslumbrado por su belleza, pero era la belleza del alma lo que siempre busque, alguien que me hiciera sentir querido y seguro, alguien en quien contar, eso que encontré en Mía.

-Realmente te gusta esa chica ¿verdad?- dijo mi padre sacándome de mis pensamientos.- sonríes como tonto si me lo preguntas.

-Ella me tiene tonto padre.

-Estas como tonto. Te veo diferente- Era cierto. No era el mismo desde que estaba con Mía.

-Mía cambió mi mundo, para mejor.

-Me alegro hijo- él sonrió y luego se puso serio- ¿Qué intenciones tienes con esa muchacha Bastean?

-Quiero casarme con ella.

-¿Casarte?- mi padre frunció el ceño- ¿Sabes que significa un matrimonio hijo?- ¿Lo sabía? No en realidad, solo sabía que deseaba estar con ella siempre, sin que nadie se interpusiera. Quería despertar junto a ella y verla feliz, que nunca más se sintiera sola.-Me alegro que estés feliz con ella, y que hallas madurado, pero no es necesario que te apresures. El matrimonio es algo sagrado hijo y a tu edad no es prudente…

-Tú y mamá se casaron a los 17, padre. Mía hoy cumple 18 años y yo pronto cumpliré 19.- Él se levanto y comenzó a caminar por la habitación, cuando hacia eso me ponía nervioso, era como si se avecinara una tormenta.

-Eso no es justificación… Nuestro matrimonio fue arreglado y no podíamos hacer nada.

-Ahora tú te justificas padre. ¿Acaso no la amabas?- Su ceño se suavizó y se apoyó contra el escritorio mirándome, yo estaba sentado en un sillón de cuero con los codos en las rodillas.

-Más que a mi vida, pero nos conocíamos desde hacía ya mucho tiempo, eso nos facilito las cosas. Pero no es fácil la convivencia hijo, es un trabajo constante mantener una familia a flote. Aun eres joven, y un poco imprudente, si ella te ama esperará, no la veo con prisas, al contrario me parece un más sensata que tú.- Tenía razón en parte. Nunca le había hablado de matrimonio, ni de una vida juntos, solo de un verano que sería el mejor de nuestras vidas, eso teníamos… el presente. Pero yo no pensaba así, tal vez es cierto que el amor te nubla el pensamiento. Yo estaba totalmente claro en lo que quería.

A ella.

Para siempre
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