Personas que leen :D

domingo, 14 de agosto de 2011

Capitulo 18

Cuando pase frente a la habitación de Valery no escuche ningún alboroto ni nada que me indicara que estaban allí, tal vez están en el de Cloe, pensé. Pero tampoco estaban allí.

Una vez en mi habitación note un papel en el piso, que no estaba cuando me marche esa mañana, tomé una especie de sobre y saque la nota.

"Como no sabíamos de tu paradero fuimos a casa de Kate para arreglarnos, Lulú dijo que saldría no se ha donde y que volvería luego. 

Hay algo para ti sobre la cama. Lo hizo Lulú, esperamos que te guste. 

Atte.: C&V <3 (:” 


Miré la cama y había en ella una caja blanca aplanada y otra más pequeña. Me acerqué y levanté la tapa de la más grande. Tenía mucho papel de seda en colores brillantes. Un poco confundida y ansiosa quite deprisa los papeles y contuve el aliento. En el fondo de la caja estaba el más hermoso y perfecto de los vestidos, color rojo con una tela trabada en color negro. En la parte de la cintura tenía una cinturilla de tela negra y una flor magnifica justo en el centro. Era de lo más elegante, digno de una princesa diría yo, claro si a una princesa le permitiesen usar un vestido así de sexy. Con delicadeza saque el vestido de la caja y lo sostuve contra mi cuerpo, era increíble, reí. Al colocar el vestido sobre la cama regresé mi atención a la caja, dentro tenía un sobre, lo tomé, saque la nota que tenía en su interior y comencé a leer en voz alta.

“No es justo privar a la humanidad de una belleza sin igual como la de tu alma, la hermosura de este vestido ni siquiera te hace justicia. ¿Verdad que Lulú es talentosa?

Un esfuerzo así solo puede pagarse con una de tus sonrisas”

Las lagrimas inundaron mis ojos casi de inmediato, no podía creer que Lulú, la muchacha humilde y a veces despistada no solo tenía talento como estilista sino también como diseñadora, por lo visto le había tomado mucho tiempo, dedicación y esfuerzo hacerlo. Una sonrisa mía jamás sería suficiente para pagarle todo lo que había hecho por mí. Dejando a un lado el drama preste atención a la caja más pequeña, al abrirla habían un par de sandalias de tacón alto color rojas y brillos, y otra caja un poco más pequeña que la anterior contenía hermosas joyas, aretes, pulseras y una gargantilla con una rosa de tallo negro y pétalos rojos como la sangre, que brillaban bajo la luz perezosa de la lámpara.

La oscuridad había consumido las calles a esas horas, “La noche es confidente de los amantes” , no entiendo porque recordé precisamente esa cita. Con ese pensamiento me fui a duchar, ya me estaba retrasando y si no me daba prisa llegaría tarde a mi propia ceremonia de graduación.

Veinte minutos después me había puesto el vestido que me quedaba perfecto. Y como no había tenido tiempo de arreglarme el cabello, más por mi falta de entusiasmo y mí obvia reticencia de asistir al evento que por olvido, así que solo lo recogí en lo alto como Cloe me había enseñado y lo sujete con unas horquillas de brillantes que la misma Cloe me había regalado. Me maquille lo mejor posible y me dispuse a bajar las escaleras.

Al pasar por la sala un movimiento capto mi atención. En el sillón más amplio había un pequeño bulto, caminé hacía él y me di cuenta de que era Phill que dormía plácidamente hecho un ovillo, con su cabello largo y rubio despeinado y sus mejillas rosadas, era una imagen lindísima, y a decir verdad ya sus rasgos estaban adaptándose a los de un hombrecito, no pude resistirme y le di un beso en la frente manchándolo con el labial rojo. El niño bostezó y fue abriendo sus ojos azul cielo enmarcados con rubias pestañas, su mirada soñolienta me dejaron ver que se había quedado dormido sin darse cuenta.

-Hola campeón, ¿Qué haces aquí? - Phill volvió a bostezar.

-No lo sé, ¿ya te vas a tu baile? Mamá me dijo que yo no podía ir, pero ella fue a tomarle fotos a Peter- su voz era demasiado triste para mi gusto, esa mujer era despreciable.

-Eso no importa, será aburrido y largo, ¿y no querrás escuchar a tu madre sollozar con hipocresía o sí?

-No, pero quería verte a ti, esta hermosa hermana- él me abrazó y eso me conmovió, él estaba creciendo y gracias al cielo estaba haciéndolo de maravilla.

-Bueno, ya me vistes, tu y yo nos tomaremos una foto- saque mi celular de mi cartera negra y nos enfoque a los dos.- Es perfecta, ahora tengo que irme, y por favor Phill hazle caso a Lulú ¿sí?

-¿Tengo qué? – Yo lo mire con cara de pocos amigos- en una broma. Que te diviertas.

-Gracias Phill- le di un último beso y me apresure a la salida rumbo a lo que sería el certificado de libertad.



La ceremonia estaba a punto de comenzar y no había rastro de Mía, a estas alturas estaba más que nervioso.

La voz del director Wenkuis por los altoparlantes me pusieron más nervioso, ¿y si no venia? ¿Y si no había llegado aún a casa? ¿Le había pasado algo? El director nos mandó a organizar a todos por orden alfabético, gracias al cielo estaba junto a Cloe, por lo menos una cara conocida. A mi lado esta Joe Menfrich uno de los jugadores de futbol que por alguna razón había querido desesperadamente ser mi amigo durante todo el semestre y que con un poco de suerte había evitado, en esos momentos se comía con los ojos a Kate que lucía un vestido gris con el escote un poco profundo entramado con manchas de leopardo. Matt estaba con un imbécil guiándola a su haciendo y dirigiéndole una mirada amenazadora a Joe, ¡Muy bien amigo!

Britt y Jess estaban revoloteando a mí alrededor y… alrededor de todos los chicos que estaban en el auditorio. Britt con un vestido cubierto al frente pero con un muy grande escote en la parte de atrás, todo con lentejuelas doradas y plateadas que presumía era hecho por un diseñador Italiano, y Jess con un sencillo vestido en tono melocotón, suponía que Britt había elegido para que su “amiga” no la opacara.

Y nada de Mía…

-Ya puedes calmarte Bastean- susurro Cloe deteniendo el movimiento frenético que estaba haciendo con las manos- Allí está tu chica.

La sangre que hasta hacia poco estaba corriendo frenética por mis venas se detuvo, quedo helada, haciendo que mi corazón se detuviera. Estaba en el paraíso, o por lo menos mis ojos lo estaban, ¿o quizás en el infierno?

Mía entró al auditorio ataviada con el fantástico vestido que Lulú había confeccionado para ella. Lucía oscura y misteriosa con todo ese negro y rojo, y esos labios, benditos labios que eran capaces de llevar al suicidio a cualquier mortal. Sus ojos recorrían el salón en busca de algo, suponía que sería alguna de las chicas, pero en ese momento su mirada capturo la mía, y literalmente me quede petrificado.

La hermosura de esa muchacha no se comparaba a nada que el hombre hubiese conocido, quizás suene cursi, pero me sentía hipnotizado, cegado por tanta perfección. Quién diría que esa misma muchacha usaba jeans gastados, franelas holgadas y convers gastadas. Y que el cabello cobrizo sujeto en la coronilla era el mismo que se desparramaba por la cama y daba color a las almohadas blancas.

Todos esos pensamientos duraron un latido del corazón, un segundo interminable y agónico. Mía sonrió picara al percatarse de que la devoraba con los ojos. El director anunció que la ceremonia estaba por comenzar.

Para mi desgracia su lugar estaba dos filas después que la mía. Saque mi teléfono justo cuando ella se disponía a sentarse y le tomé una foto, estaba totalmente al natural, sin ninguna pose, y hasta ignorante de mi toma, pero bueno, tendría algo que mirar durante media hora, lo que duraría la bienvenida, y los discursos interminables.



Media hora después Cloe estaba en la tarima, como la primera de la clase tenía el privilegio de dar el discurso. Fue emotivo, y hasta lágrimas hubo. Pero en dos de sus frases me quede reflexionando.

“El corazón está donde estemos dispuestos a encontrarlo y la felicidad no es cosa de un día, es cuestión de trabajo y perseverancia, tal vez algunos piensen que es el final del camino, puede ser, pero aún quedan muchos caminos que recorrer, y siempre contaremos con aquellos que amamos y que nos aman, a pesar de nuestros defectos.”

“Al final del túnel siempre encontraremos la luz, al final de una lagrima siempre llegara una sonrisa, y al final del día estaremos construyendo nuestro futuro”

Los aplausos estridentes me sacaron de mis cavilaciones, y estaban llamando al primero de la lista a subir al entarimado y recoger su diploma.

Cuando fue el turno de Bastean juro que casi quedo afónica, al igual con Cloe. Y cuando fue mi turno escuche a todos aplaudir frenéticos. Pude distinguir entre el público a Ty gritando como loco, a Matt tomando unas fotos, Valery y Cloe lloraban y Kate las consolaba, y… Bastean me lanzaba un beso, me puse colorada al instante, también vi a Coco pero no hacía nada, solo miraba, y junto a ella estaba mi padre.

Mis ojos casi se salen de sus cuencas al verlo ahí, hacia más de dos años que no lo veía, y en esos momentos estaba aplaudiendo.

Por extraño que sonase no esperaba verlo allí. Tal vez, desde que tenía 8 años nunca esperé verlo en ningún lugar. En ninguna obra de la escuela él se había presentado, en ningún recital de ballet, el que por cierto detestaba, se había presentado, ni mi graduación de primaria, nada, y nunca esperé verlo. Y ahora estaba ahí junto a Coco a su izquierda y con Lulú a su derecha, que lloraba junto a él.

Era extraño, porque al leer la carta de las chicas que decía que Lulú saldría me sentí triste, ella siempre estaba en el lugar vacio que mi padre dejaba, incluso cuando estuve hospitalizada dos semanas por amigdalitis fue ella la que permaneció en vela todas esas noches. Ella tenía solo 21 años cuando entro a la casa a trabajar, y desde entonces había cuidado de mí como si fuera una madre. Y ahí estaba de nuevo, eso estabilizó mis emociones.

Regrese al asiento y saqué mi celular y escribí a Cloe:

“Él regresó”



Cuando todo terminó las personas que habían comprado sus entradas al baile de graduación se dirigían al gimnasio, que había sido decorado con los colores de la escuela, dorado, blanco y azul.

Yo por mi parte me quede en el pasillo a la espera de que mi padre apareciera. La noche era fría y estaba algo nublada, la noche estaba del mismo humor que el mío. Por los pasillos resonaban los tacones de chicas que iban y venían del baño, nunca comprenderé esa insistencia de las chicas por pasearse al baño cada quince minutos, bueno si que lo sabía, soy una chica, recordaba las veces que Ty y Matt se molestaban por dejarlos solos en cualquier reunión solo por irnos las cuatro al baños juntas, Ty tenía una mente cochambrosa pero a Matt le picaba la curiosidad, ¿Qué otra cosa haría una chica en un baño sino es mirarse, retocar su maquillaje o contar el ultimo chisme? Los chicos a veces tenían la mente algo cerrada.

Después de un rato sentada en la banqueta vi una sombra alta recorrer el pasillo en mi dirección, supuse que sería alguno de los chicos paseando, pero la figura se detuvo a unos metros de mí, realmente no lo miraba, tenía la atención puesta en los papeles amarillos de la cartelera. Estaba siguiendo sus movimientos con mi visión periférica, sus zapatos sonaron en medio de la noche, ok, este sujeto quiere decirme algo. Al levantar la mirada me cruce con los ojos pardos detrás de los anteojos cuadrados de mi padre.

-Hola- dijo él. ¿Luego de dos años de ausencia y todo lo que tenía que decir era un hola?

-Humm…- ese era mi “hola”

-Te ves hermosa hija- Wuao, ahora era su hija, pensé con desazón.

-Gracias. ¿Qué haces aquí? –pregunté.

-¿Acaso no puedo venir a la graduación de mi hija?- se sentó a unos metros de mí, gracias al cielo la banca media casi tres metros.

-Han pasado dos años- dije con voz neutral, la calma dolía más que los gritos.

-Lo sé.

-¿Por qué viniste?- le espeté.

-Ya te lo dije- Mi padre se acerco más a mí costado y yo me levanté de un salto. ¿Cómo era posible? ¿Acaso no sabía todo el dolor que me había causado su partida? Fueron más de ocho años de fría indiferencia y otros dos de ausencia, sin saber si dormía bien, si comía bien, si estaba enferma o triste. Y sabía que el sentimiento era reciproco, no el rencor sino la soledad de nuestras almas. Su mirada estaba fija en sus manos nerviosas que frotaba en los pantalones.

-¿Te irás pronto?- Era una pregunta absurda, él nunca se quedaba mucho tiempo en casa.

-Debe regresar el domingo- susurro. Ja!! Estaba en lo cierto.

-Ya…

-Quería saber… si… querías ir a New York conmigo, es decir…- tartamudeó.- ya estas de vacaciones así que…

-No puedo- lo corté.- tengo planes.- podía ver la decepción en sus ojos, unos cuantos meses no recompensarían años de ausencia, además seria como antes, él trabajando y yo en casa, eso era más doloroso que no verlo.

-¿Irás con tus amigos de viaje?-preguntó.

-Iré con Bastean a Vera- sus ojos se agrandaron de repente.

-¿Estás segura? ¿Sus padres saben que iras? No puedes irte del país sin mi consentimiento Mía, aun eres…

-¿Menor de edad? Faltan tres días para que eso cambie, y viajaré en una semana así que es tiempo suficiente.- Sonreí triunfante, él pensaba que era una niña, pues se equivocaba.

-¿No puedes perdonarme verdad?

-¿Qué crees tú?- le reté, ¡Por Dios que pregunta! Claro que no perdonaría haberme dejado en ese maldito pueblo haciéndome vivir con la loca de Coco y el monstruo de hijo que tiene, por darme la tarea de manejar una casa entera y por ser tan egoísta al dejarme sola.

-Lo siento.

-No fuiste el único que sufrió la muerte de mamá y Paul, padre. Perdí lo único que me quedaba, tú. Y no te importó en lo absoluto.

-Claro que me importabas, trabajaba solo para ti, para que tuvieras todo lo que deseabas…

-Solo deseaba tener a mi padre.- sus ojos se agrandaron.- lo único que no tenia era a ti.

Era triste pero cierto. Él asintió resignado, ¿qué más podía hacer? Se acercó a mí, quería apartarme, quería que sintiera lo que yo sentí, pero no era tan egoísta como lo era él. Con nerviosismo me atrajo hacia él y beso mi frente. No moví ni un solo musculo de mi cuerpo.

-Lo siento cariño, no fue mi intención hacerte daño-susurro y luego salió por el pasillo

Las lágrimas acudieron a mis ojos, la garganta se me cerró y no podía respirar, él se había ido nuevamente y me volvía a quedar sola, pero esta vez fue decisión mía. Pensaran que soy una estúpida, que he llorado por alguien que no estaba y ahora que regresa yo era la que lo ahuyentaba, pero no podía esperar que lo recibiera de brazos abiertos luego de tanto tiempo, no era sencillo, claro que lo amaba, era mi padre, y él me amaba a mí, pero las heridas solo suturan con el tiempo y el cuidado necesario, y yo me desangraba.

Parada en medio del pasillo con las manos en la cara y llorando a cantaros me sentía destruida. Fui caminado por el corredor hasta el estacionamiento. Escuché que alguien me llamaba pero no mire hacia atrás, era inútil, no quería desquitarme con nadie en ese momento.

-¡Mía!- llamaron de nuevo, pero esta vez reconocí la voz de Bastean. Precisamente él. No quería que me viera en semejante estado. ¡Por Dios! Ese realmente no era mi día. Yo apreté más el paso, pero sus piernas eran largas y logro alcanzarme en un momento.-Espera- me tomó del brazo y me dio la vuelta. Mi rostro estaba empapado de lágrimas y suponía que mi aspecto era terrible. Sentía vergüenza de mi debilidad.-Hey, no llores preciosa- me susurro Bastean mientras acunaba mi rostro y me recargaba contra su pecho, sus brazos me envolvieron con fuerza dando la seguridad que necesitaba, y ahí me desplome a llorar.

Al cabo de unos minutos había sacado todo lo que llevaba reprimido.

-Bastean…- mi voz estaba irreconocible- Quiero adelantar nuestro viaje a Vera.

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