Personas que leen :D

domingo, 9 de octubre de 2011

Capitulo 29

El documento decía que Bastean no podía romper el acuerdo, pero Marie Elizabeth sí podía. La única manera de acabar con el trato seria que él estuviese casado con la muchacha por lo menos dos meses, y si el matrimonio no funcionaba cualquiera de los dos podía solicitar el divorcio alegando diferencias irreconciliables o siendo de mutuo acuerdo.

“De no contraerse las nupcias en un tiempo estipulado de 30 días luego del cumpleaños número 19 del príncipe la señorita Marie Elizabeth Whitehouse debía recibir una compensación por la disolución del compromiso que en este documento se plantea, dicha compensación debe realizarse con por lo menos 5 hectáreas, junto con una justa cantidad de dinero a las cuentas de la familia Whitehouse y a su abogado el Sr. William McDragon”

Ese viejo zorro tenía a todos con las manos en la cabeza. Si Bastean se casaba con Marie Zorrabeth estaría dos meses enteros juntos, y si no lo hacía perdería una gran cantidad de dinero y tierras. Yo había salido de la biblioteca luego de nuestra reunión con la reina Evangeline con un dolor de cabeza de proporciones colosales.

Una vez en la cama no me quedo otra cosa que mirar las molduras de las paredes, mirar el blanco techo y colocarme la mano en el estomago donde se libraba al parecer la tercera guerra mundial. ¿Cómo se habían complicado tanto las cosas? Claro, desde que yo aparecí y ese William McDragon decidió por alguna razón arruinarme también mi vida, junto con la de los otros McDragon, su propia familia, solo por envidia.

Había pasado una semana desde que la reina nos había leído los términos y había asegurado que impugnaría ese maldito documento, pero necesitaba al rey y él estaba en Roma haciendo algunos contratos. Su viaje se extendió una semana más de lo acordado, en mal momento estaba haciendo muy buenos arreglos de exportación.

Eran las tres de la tarde y todo lo que quería era dormir, pero me obligue a levantarme, rebusque en el cajón y saque el estuche de mi cámara. Al abrirlo encontré una caja en color amarillo que tenía algo escrito en francés, afortunadamente era buena en idiomas, así que entendía, en parte, lo que esta decía. ¿No era tan difícil o sí? entendía lo que tenía que hacer, solo que no tenía el valor para hacerlo.

¿Y si le contaba a Bastean? No, no era buena idea. En estos momentos estaba muy alterado y aun estaba bajo tratamiento médico, no quería alterarlo o proporcionarle más problemas de los que ya tenía. En cualquier caso seguí las instrucciones al pie de la letra, o como pensé que debía hacer. Debía esperar por lo menos tres minutos para obtener un resultado. No podía seguir en el baño, las paredes parecían cerrarse a mí alrededor, abrí la puerta del baño y salí.

De frente me encontré una enfurruñada Lilly sentada con los brazos cruzados sobre mi cama, la bilis literalmente se me subió a la garganta.

-¿Vas a decirme lo que hacías ahí dentro o tengo que entrar y averiguarlo?- ¿Qué iba a decirle?

-¿Nada, que crees que se hace en un baño?- ella frunció los parpados.

-Muchas cosas…Dime, que, hacías- se levantó y camino hacia mí con ese paso majestuoso suyo.

-Ya te lo dije estaba…- y sin previo aviso se precipito hacia la puerta, yo intente detenerla pero fue más rápida, abrió de golpe la puerta y revisó. Yo me quede helada, parecía buscar a alguien, mis ojos fueron directo a la cajetilla de la prueba que estaba sobre el lava manos.

-¿Qué pasa Lill? Estas actuando extraño- dije mientras me acercaba al lavamanos pero de manera natural para no alertarla.

-Tú estás actuando extraño, todos estos días las has pasado rara- sus ojos llameaban, estaba molesta por algo en particular, inconscientemente intente tomar la cajetilla pero esta cayó al suelo, ¡maldición! Yo trague saliva, estaba atrapada. Lilly miro la prueba y luego a mí, se agacho y la tomó en sus manos.

-¿Qué es esto? – levanto en alto la cajetilla. Yo guardé silencio y miré al suelo. Ella busco la hoja de instrucciones que había dejado sobre el lavamanos y lo leyó. Sus ojos se abrieron desmesuradamente- ¿Estas Embarazada?- con manos temblorosas miro el papel y luego la cajetilla sus ojos se pusieron como platos. Yo enojada le quite la prueba de las manos y la miré, luego le quité también el papel y ley: (-) Négative … (+) Positif.

En ella había una cruz roja. Una lagrima rodo por mis mejillas. Era positivo.

-¿Desde cuándo lo sabes? – dijo Lilly rompiendo el silencio en el que se había sumergido la habitación.

-Acabo de enterarme- dije con la voz quebrada. ¡Cielo santo era cierto! Por alguna razón me sentía desconcertada, en parte me lo esperaba, lo que pensé era mi periodo solo fue un día, NO ERA NORMAL!!!, y estaba muy cansada, solo quería dormir. Pero estar segura de ello era totalmente diferente, era una realidad, mi realidad, una que crecía dentro de mí, que dependería de mí. Una de la cual estaba asustada. Lilly me miraba y sus ojos estaban húmedos.- No le digas a Bastean.

-¿Queeeeeee? ¿Estás demente? Él tiene que saberlo…

-Deja que yo se lo diga ¿sí? – ella asintió y yo… ¿estaba llorando? Con rabia seque mis mejillas.

-¿Cuándo se lo dirás?

-Pronto, pero tú no le dirás ni una palabra, ¿entiendes?- dije con firmeza.

-Ok, pero… debes él tiene que saberlo- yo asentí. ¿Ahora que había comprobado que esperaba un bebé de Bastean que haría? ¿Debía decirle? Obviamente él debía saberlo, pero… ¿Qué dirían los reyes? ¿Se enojarían? ¿Lo desheredarían? Vera era lo que Bastean más amaba, sus tierras, su gente, no quería ser la responsable de que le arrebataran por lo que él ahora estaba luchando fervientemente. No, no tenía el valor para hacerlo. Pero, por otro lado… Bastean también me amaba. Respiré hondo y camine hacia la puerta de mi habitación, Lilly iba pisándome los talones.- ¿A dónde vas?- me detuvo ella. No me había fijado que estaba caminado como una autómata.

-A caminar- mi voz seguía quebrada- necesito pensar.

-¿Quieres que te acompañe?

-No. Quiero estar sola- dije.

-¿Y si mi hermano pregunta por ti?

-Él está en la corte con tu madre, no regresara pronto, pero si vuelve antes que yo dile que fui a dar un paseo.

-Deberías llevar un guardia o a alguien que te acompañe, yo debería…

-No- la interrumpí- voy a estar bien- tome su cara entre mis manos y le besé la frente. Sabía que esa muchacha ya me veía como una hermana mayor, y odiaba ser una mala influencia para ella. Era lista y sabría que no era buena idea tener un bebé antes de casarse. Lilly asintió y me dejó partir.

Caminé hasta el bosque, ¿Cuánto camine? No tengo idea. Pero los pies me dolían y me detuve. Tenía una chaqueta tejida roja me la ajusté, aunque era plena tarde el viendo era parcialmente frio, no quería coger un resfriado, ahora menos.

Y con ese pensamiento llevé mis manos a mi vientre aun plano y comencé a llorar.

Lloré por ser una tonta y dejar que esto pasara, lloré por no tener a mi madre junto a mí y que me dijera que todo estaría bien, lloré por no tener a mi hermano que se enfureciera y amenazara a Bastean de matarlo si no me respondía, la verdad no lo quería en realidad, pero quería tener a alguien quien defendiera mi integridad, no se cual integridad. Lloré por no tener un hogar al que regresar, lloré por todos mis planes que se irían por el inodoro, lloré por haberme convertido en un problema para Bastean. Y sobre todo lloré por el futuro incierto que le esperaba a mi bebé. No quería que sufriera, no quería que nadie le hiciera daño, que nunca nadie lo decepcionara ni le diera falsas esperanzas, no quería que se sintiera solo nunca. No quería que viviera como había vivido yo los últimos diez años de mi vida.

Ahora, en ese momento, pensé en las opciones que tenia, en definitiva el aborto no era una opción, no mataría el producto del amor entre Bastean y yo, eso ni siquiera estaba en consideración. La adopción tampoco, si era cierto que tenía que pensar en un buen futuro para él, pero yo me encargaría de hacerlo feliz, de darle todo lo que se merecía y más, porque era parte de mí, nunca lo dejaría en manos de extraños, como hizo mi padre. Iba a tenerlo conmigo para siempre. En cuanto a Bastean estaba segura de que sería un padre excelente, lo había visto jugar con sus hermanas y calmar sus miedos, pero que él los alejaba con una sonrisa o un abrazo de consuelo. En estos momentos estábamos en un gran aprieto. Sé que debería ir corriendo a decirle que seriamos padres, pero… eso representaría casarme, y no lo haría, no por ahora, aunque sabía que en este caso sería lo mejor, pero yo seguía firme en mi decisión. Además él tenía todo el derecho, al igual que mi hijo, ambos se pertenecían y no quería arrebatarles eso, a ninguno de los dos. Pero los miedos gobernaban mi mente y mi corazón, ¿Y si Bastean no lo quería? ¿Y si me rechazaba? Eso sería aun más doloroso, pero tendría que enterarse tarde o temprano.

Con la mano aun sobre mi vientre me acurruque sobre las hojas secas a mis pies hasta que el sol se hubo ocultado en el horizonte y solo quedaba una luz azulada. Resignada caminé de regreso al castillo, parecía una condenada a muerte encaminándose a la guillotina. ¿Cómo lo tomaría la familia de Bastean? ¿Cómo lo tomaría mi propia familia? ¿Cómo lo tomaría Bastean?



Cuando por fin visualice la entrada trasera del castillo una fina lluvia empezó a caer. Las frías gotas caían sobre mí pero no hice el menor esfuerzo por cubrirme de la lluvia. Al llegar a la puerta, la abrí y me topé con Bastean ¿Acaso todos los integrantes de esa familia tenían esa mala costumbre? Me saque por la cabeza la chaqueta y pasando por su lado fui directo a la nevera, por alguna razón la cocina se encontraba vacía, que en retrospectiva siempre, y digo siempre había alguien encargándose de cualquier cosa, ni siquiera Piero se encontraba en los alrededores y el hombre parecía realmente vivir en las cocinas. Tomé un vaso de leche achocolatada, sí, tenia esas increíbles ganas de comer chocolates. Bastean seguía todos mis movimientos con su mirada, podía sentirlo en mi piel, sus ojos podían hacerte sentir hasta cohibido, pero eso no sucedía conmigo, era simplemente el hecho de sentirme observada lo que me estaba alterando.

-¿Tienes algo que decirme?- le pregunté, él estaba sentado en el desayunador de manera despreocupada con los brazos cruzados sobre la encimera, ese lado de él era más peligroso que su lado amable, sabía algo.

-No, y ¿tú?- ¡Maldición! Lo sabía, claro que lo sabía. ¡Santo cielo! Él debería ser uno de esos detectives privados que salen en la televisión, esos que con solo mirarte sabían que eras culpable, ¡Estúpido su poder intuitivo!

-Tampoco.

-Mmm…Sabes que puedes…

-¿Contarte lo que sea? Lo sé- respondí, ok era ahora o nunca.

-Exacto- él se levantó, rodeo la encimera y camino hacia mí. Mis mejillas ardían y mis palmas sudaban, la garganta se me cerró, incluso pensé que me estaba quedando sin aire. Intente calmarme y cuando sentí las manos de Bastean sobre mis brazos ahora desnudos por la franelilla de tiritos que tenia, me sentí mejor. Le miré a la cara, aquellos días la había pasado realmente mal, no solo yo, sino él también. Casi no la estábamos pasando juntos por toda esa locura del documento. ¡Ojala se incendiara, desapareciera, un maldito cocodrilo se lo comiera! No me había fijado que estaba llorando hasta que Bastean me seco una de las lagrimas con el pulgar. – ¿Vas a decirme que te ocurre cariño?- yo asentí, tomé aire y se lo solté como un globo que explota en tu cara.

-Estoy embarazada.



Al parecer la información no llego a mi cerebro como tenía que ser ¿Había escuchado bien? ¿Mía estaba embarazada? ¿Cómo era posible eso? Me di un golpe mentalmente ¡Eso suele pasar amigo!

-Tu habías dicho que…

-Lo sé- dije ella. Hacia una semana Mía me había hecho el comentario, al principio me asusté, y luego ella me dijo que ahora estaba bien, y al parecer no era así. De todas formas ¿Cómo había dejado que esto pasara?

Admito que no me había preocupado por eso, solo pensaba en tenerla para mí solo. Tal vez por eso había ocurrido aquello. Ahora que procesaba la información… no me parecía tan malo. La amaba más que a mi vida, y un hijo seria… increíble. Pensé en ello muchísimas veces, pero no imagine que sucedería tan pronto, y menos aun tomando en cuenta toda esa mierda del complot de mi tío William para quedarse con el trono, la verdad parecía todo como una novela. Mía tenía las mejillas rojas, y estaba sollozando quedadamente, ¿Por qué lo hacía? ¿No querría ella el bebé? ¿No me querría a mí como decía? No, no era posible. La halé por el brazo y la atraje hacía mi pecho, sus sollozos se hicieron más audibles a medida que pasaban los minutos, ¡Rayos! No podía con las lágrimas.

-Hey, Hey no llores princesa…

-Bastean- gritó ella- no soy una princesa, no soy nadie, entiéndelo- ella se alejó de mí de un golpe.

-Entiendo, entiendo que eres la mujer que amo Mía, entiendo que quiero estar contigo para siempre, y no me importa lo que tenga que arriesgar para hacerlo, y ahora con razones más poderosas- miré como ella colocaba sus brazos abrazando su cintura, tapando su vientre plano, donde descansaba mi bebé, nuestro bebé.

-¿Incluso Vera?- Nunca lo había pensado así. Ni siquiera había considerado la opción de renunciar al trono hasta que ella lo saco a colisión, tampoco cuando todo el tema del documento matrimonio explotó, incluso entonces no lo consideré. Luego respondí con firmeza.

-Dejaría quinientos Veras por quedarme a tu lado- ella se rio amargamente y se dio la vuelta.

-¡No me mientas! Tú mismo me dijiste que has soñado con estas tierras desde que tienes huso de razón, ¿Qué cambia ahora? ¿Por qué una chica Neoyorkina te hace renunciar a tus metas así de fácil? – su voz era dura, por alguna razón estaba dolida, ¿Cómo quería ella que yo reaccionara? ¿Quería que le dijera que se fuera, que no quería a mi hijo? Tal vez era así, la conocía, estaba acostumbrada a estar sola, y a valerse por sí misma, nunca dejó que nadie se ocupara de ella, la entendía, pero no la justificaba. Odiaba que se pusiera en su papel de víctima todo el tiempo, acaso no confiaba en mí. Yo no le había dado motivos para eso, pero otros muchos sí.

-Resulta que esa muchacha Neoyorkina cambio todo mi mundo- ella se estaba limpiando sus mejillas húmedas, mi pobre Mía. – Si fuera por mí mandara todo a la… al traste sabes, pero no lo hago solo por mí, allá arriba hay tres niñas que dependen de mí, no entiendo porque mi padre debe darme la corona tan rápido si él es tan buen rey. No sería yo el rey claro está, sería el príncipe coronado y no el hijo del rey, solo cuando mi padre muera yo tomaría su lugar, y eso no pasara todavía.

-Entonces vámonos- dijo ella. Eso me tomo por sorpresa.

-¿Qué?

-Vámonos de aquí. Siento que estamos en una gran peligro Bastean, y no quiero arriesgarme ni a mí ni a mi bebé, y menos a ti, dijiste que lo mandarías todo al traste, pues hagámoslo ahora- ella estaba llorando, sus mejillas estaban totalmente rojas al igual que sus ojos. Mientras ella me decía aquello se había acercado de nuevo a mí y puesto sus manos sobre las mías que d la noticia de que iba a ser padre las había puesto sobre la encimera. Estaba sopesando la idea por lo que el lugar se había sumido en un silencio tenso. ¿Irme de Vera? ¿Huir cuando más me necesitaban? Eso era de cobardes, pero estaba Mía de por medio, y ahora el bebé.

-Mía... No puedo irme- dije. Ella parecía confundida y desesperada.

-Claro que puedes, así no tendrías que casarte con esa loca para conservar tus tierras, así no habría con que negociar el ese maldito contrato, no tienes otros hermanos varones, estarías libre, por Dios Bastean vámonos de aquí- estaba desesperada y lloraba a cantaros, un dolor agudo se me pegó en la boca del estomago, yo solo podía tomarla en brazos y reconfortarla, pero no podía irme, no era de hombres huir, pero tampoco ignorar una responsabilidad tan grande como un hijo. La verdad me encontraba entre la espada y la pared, entre lo más preciado que tenía en la vida, Mi tierra junto con mi familia, y Mía con nuestro bebé. ¿Cómo decidir entre lo único que tenia? Esto era realmente una pesadilla, pero debía luchar y buscar una salida más fácil, huir realmente no me lo había planteado y no era una buena idea. Sin embargo Mía tenía razón, si William descubría que ella estaba en estado haría hasta lo imposible para conseguir su objetivo, y si se enteraba podía lastimar a Mía y a mi hijo nonato. Eso no lo permitiría, y aun así…

-Entiéndeme cariño- dije mirando sus hermosos ojos húmedos de tanto llorar- no puedo irme y dejar mis asuntos sin terminar, los príncipes no huyen ante la adversidad, y no quiero huir tampoco de mi responsabilidad contigo y con… nuestro hijo- toque su vientre y sentí una extraña electricidad, como una conexión que se había activado, era extraño pero me sentía bien con ese pensamiento. Mía tomó mis manos y las alejó, su rechazo me hizo temblar.

-Está bien- susurro entrecortadamente- puedes quedarte. Pero esta misma noche yo me iré.- El corazón se detuvo en mi pecho.

-¿Qué? No, no puedes irte, debemos estar juntos, ahora más que nunca- dije con la única voz que salió por mi garganta.

-Sé que es un momento difícil, pero no me pidas que exponga a nuestro hijo a la locura de tu tío, eso no lo hare. – ella puso sus manos en mis mejillas, yo estaba llorando en ese momento. Yo, conocido por ser incluso despiadado llorando por la mujer que amaba.- Estaremos bien, incluso más seguros que en ningún lugar, te llamare todo el tiempo si eso quieres. Me duele realmente irme sin ti, pero una parte de mí siempre supo que este día llegaría, el día en el que me despertaría de este sueño- se sorbió la nariz y se quitó una lágrima de la mejilla. – Llevo conmigo lo más valioso que pudiste haberme dado jamás, y te prometo que lo cuidaré con mi vida.

-Regresare por ustedes- dije poniendo mi frente contra la suya y llorando como nunca había hecho en mi vida, tenía el alma destrozada, y aunque quería comprenderla, y lo hacía, por dentro quería rogarle que se quedara junto a mí, y que me dejara cuidarlos, pero sabía que estando en la cueva del lobo sería una locura.

-Y nosotros te estaremos esperando- susurró.

-¿A dónde irás?- pregunté.

-No lo sé, tal vez con mis abuelo, con mi padre, a la residencia con Lulú… no lo sé, y es mejor que lo dejemos así por ahora, no quiero que nadie se entere de esto, no quiero que nadie me busque, ni siquiera tú. Yo estaré en contacto siempre que pueda, tal vez te mande fotos y te avise cuando llegue el momento.

-Eso será duro Mía, no puedes dejarme así me moriría d preocupación…

-Y yo por ti, por las chicas, por tus padres, pero es mejor así, solo te pido un favor.

-Dímelo.

-Si me entero que te acostaste con Marie Zorrabeth te castraré – lo dijo enfurruñada, y por alguna razón se contrajeron mis maquinas reproductoras, ¡Diablos! Esta mujer haría más que eso si aquello llegara a ocurrir, y por mi parte definitivamente no lo haría.

-Claro, dalo por hecho, solo a ti te quiero para eso- ella se echo a reír. Amaba cuando sonreía, en realidad todo de ella.

-Voy a preparar todo para irme, ¿Quieres ayudarme? – lo único que quería era subir, hacerle el amor, y mantenerla pegada a mi pecho para siempre. Pero si me dejaba llevar por mis deseos seria más doloroso dejarla partir.

-Ok, le diré a Bernard que prepare todo.

-Le diremos a los demás por la mañana, odio hacerlo de esa manera, pero no me gustan las despedidas, ya tuve muchas-dijo hastiada.

-Y esta es una que nos afecta a todos créeme.

Ella asintió pero no dijo nada más. Subimos a su habitación y al encontrar a Madeleine en el cuarto le informamos de la partida de Mía, más no la razón, estaba dispuesto a mantener su embarazo en secreto hasta que ella lo decidiera, si en mis manos estuviese hubiera gritado a los cuatro vientos la alegría que sentía, claro alegría al asimilarlo por completo, el susto seguía latente, pero ante la perspectiva de haber ayudado a darle vida a un ser era algo incomparable. Sin embargo era mejor callar, por ahora.

Las maletas estuvieron hechas dos horas después. Mía no estaba de ánimos para bajar a cenar y la verdad yo tampoco. Pedimos que nos subieran algo de comer a su habitación, ella tenía un gran apetito, y era genial, porque en las últimas semanas apenas había probado bocado, luego me había confirmado que tenía nauseas horrible y por eso le costaba comer, pero ahora tenía hambre. Yo no podía probar bocado, mis estomago se negaba a probar alimento. Cuando hubimos terminado Mía bostezó y se fue a bañar.

Me quede sentado en la antesala de su cuarto mirando a la nada, era sumamente doloroso pensar que al día siguiente ella se iría a 28 horas de distancia, incluso más si se iba con su madre, y muchísimas más con sus abuelos. “Pero estarán más seguros, lejos”, era lo que me estaba repitiendo a mi mismo para no romper a llorar nuevamente. El pecho me ardía y mis ojos escocían. No quería dejarla ir, estaba dando vueltas a mi anillo cuando se me ocurrió algo. Busque entre sus maletas más pequeñas la cadena que tenia la letra M, ella la usaba todo el tiempo, y me pareció extraño que no la llevase en ese momento. Le quite el broche y deslice mi anillo en la cadena.

Una hora después Mía estaba sentada en la cama con mi cabeza en su regazo. Ella me acariciaba el cabello y yo con una mano en su vientre y la otra en su mano libre, quería que ese momento no acabara nunca.

-Tengo algo para ti- dije. Saque de mi bolsillo su cadena y la sostuve en lo alto.

-Eso es ya es mío- rió ella- pero ese anillo no, es tuyo.

-Lo sé, quiero que lo tengas- desabroche el seguro y le puse la cadena, deteniendo mis manos más de la cuenta- es como símbolo de promesa. Prometo regresar por ustedes, antes de que él o ella llegue, nada ni nadie me robara ese momento. Prometo amarte para toda la eternidad, aun si tengo que luchar contra el mismísimo infierno. Juntos seremos una gran familia, esa que siempre deseaste.

-Gracias por eso. También prometo amarte, para siempre, y proteger a nuestro hijo pase lo que pase.

-Deberías descansar ya, nos espera un día realmente duro mañana.- hice el intento de levantarme de la cama pero ella me detuvo.

-¿Podrías quedarte conmigo? Después de todo… será la última noche que pasaremos juntos aquí en Vera- ella sonrió con tristeza. Tenía razón, quizás era nuestra última noche juntos en Vera. Pero habría otras, muchas noches en un futuro.

-Si tú quieres pero… no creo que pueda dormir- dije divertido.

-Dije que te quedaras conmigo, no dije que dormiríamos.

Así pasamos el resto de la noche. Me hubiese gustado que esa noche durara para siempre, pero nuestra realidad era distinta.

Ver a Mía dormida sobre mi brazo era un momento de paz para mi alma, un descanso de toda la tormenta que se estaba formando a nuestro alrededor. Ahora más que nunca debía hacer hasta lo imposible para liberarme del contrato, si era necesario le suplicaría a Marie Elizabeth que me liberara, no sería fácil pero lo haría.

Me dormí con el estomago revuelto, mejor me preparaba mentalmente para que sería el peor día de mi vida.




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1 comentario:

  1. Awwww me encantoo!! tuvo d todo!!
    tristeza, amor, dolor, fue hasta tierno el capítulo!! me fascinó!! publica pronto! si? me dejastes con ganas d leer más!!
    cuídate! :D

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