Personas que leen :D

sábado, 27 de agosto de 2011

Capitulo 25

Estaba caminando por un sendero de piedras en el jardín de la madre de Bastean. Ella a mi lado hablaba sin parar sobre como messier Jean Clot había hecho que las flores crecieran de manera que ninguna estropeara el crecimiento de la otra. Debo decir que era interesante, pero mi mente seguía puesta en la hermosa muchacha que había visto hacia solo un momento. Y ahora, Bastean estaba hablando a solas con ella en el salón verde, y su madre, para mi desgracia, había sido cómplice en el encuentro de los ex. Me sentía muy estúpida e impotente. ¿Cómo pude si quiera imaginar que gente de la realeza me aceptaría como novia de su hijo?

La señorita Marie Elizabeth era bonita, delgada, con impecables modales, y se vestía genial. Y yo por mi parte no era más que una sosa Americana con sueños de casarme (algún día) con un príncipe. Claro que… Bastean ya me había pedido matrimonio, y aun no había respondido. Pero él había afirmado hacia un momento que era su prometida. Bien, eso le indicaría a la niña bonita que era de mi propiedad. ¡Wuao! Nunca había sido tan posesiva, pero ante la amenaza de esa muchacha, a la cual los padres de Bastean ya conocían y apreciaban, sentía que en esta carrera era yo la que tenia las de perder.

Cuando ya no pude más con la opresión que llevaba en el pecho me detuve, y la madre de Bastean lo hizo también.

-¿Pasa algo querida?- preguntó la reina mientras me tomaba por el codo y me conducía hacía un banco de piedra que estaba junto a unos setos.

-Sí. Por favor discúlpeme si soy imprudente su majestad pero…

-Llámame Evangeline, cariño- sonrió ella.

-Ok…ah… espero que no se ofenda pero, sé lo que acaba de hacer, y no digo que su historia sobre las flores fuera aburrida ni nada, sin embargo…

-¿Fui tan obvia?- me interrumpió ella. Según Bastean su madre era de carácter fuerte pero… no la veía de ese modo, claro quién era yo para saber eso, él era su hijo y yo una extraña.

-¿La verdad?- pregunté divertida. Ella asintió- Mucho.

-Lo siento por eso. Marie Elizabeth deseaba hablar con Bastean y, bueno, yo quería charlar un rato contigo. Pero era necesario que ellos arreglaran sus cosas- Ante eso me tensé. “Sus cosas” había dicho ella. ¿Tal vez pretendía que ellos dos regresaran?

-Oh, querida- dijo ella mientras me tomaba de las manos y les daba unas palmaditas- ¿No creerás que intento que vuelvan, cierto?- Era realmente intuitiva.

-No se pensar en realidad- dije levantando los hombros. ¿Qué había parecido? Pues ciertamente eso, que los había dejados solos con la intención de que reanudaran su relación, mientras ella me llevaba a un lado para persuadirme de dejar a su hijo por mi propia voluntad. ¡Creo que estoy viendo muchas telenovelas!

-Nada de eso- dijo poniéndose de pie y poniéndome de pie a mí también, para continuar con nuestra caminata.- Pero cuando Bastean terminó con ella quedaron realmente mal, y me preocupaba mucho que mi hijo no se repusiera de esa relación. La mejor solución que veía era que hablaran, pero él es tan testarudo como su padre, y nada lo haría ceder. Esta era la oportunidad perfecta para que cerrara de una buena vez esa etapa.

-Disculpe la pregunta pero… ¿está acostumbrada a que todos siempre hagan lo que usted desea?- ella se detuvo y me miro con los ojos entornados y frunciendo el ceño- Lo siento si fui imprudente, pero tiendo a decir siempre lo que pienso, y es eso lo que me da usted a entender. Me disculpo nuevamente si eso le ofendió.

-No me ofende, es solo que, Bastean me dijo lo mismo en una ocasión- pude ver la tristeza en sus ojos.- Tal vez tengas razón. Pero quiero lo mejor para todos.

-A veces lo que pensamos es lo correcto para nosotros, no es lo correcto para otros.- Ella asintió y continuamos caminando en silencio.

-Me recuerdas mucho a mi cuando tenía tu edad- dijo ella luego de unos momentos. Estaba tan desconcentrada que no me fijé en lo hermoso que era el lugar. Flores por doquier, estatuillas de piedras en forma de ninfas de tamaño real, varias fuentes, más y más flores.

-¿En qué?

-También soy Americana- ¡Era cierto! todos en el castillo tenían acento y ella no- Naci, crecí y estudie en Brookly. Hasta que mi madre, que era institutriz en ese entonces, encontró empleo precisamente aquí en Vera, como institutriz de William y Derrick. – Wuao! Quién diría que detrás del matrimonio real había semejante historia. La reina no era una mujer de la nobleza, bueno no cuando joven, y aun así logro casarse con un verdadero príncipe, y no solo eso sino ser reina, y madre, y una mujer exitosa. Estaba curiosa por saber la historia detrás de la familia McDragon.- Nos mudamos aquí cuando yo tenía 15.- continuo- Recuerdo que la primera vez que vi a Derrick fue… increíble. Ahora que lo pienso- dijo conduciéndome a una de las tantas bancas de piedra- era casi igual a Bastean, solo que no usaba el cabello desordenado como él. ¿Crees en el amor a primera vista Mía?- En ese momento recordé cuando vi a Bastean por primera vez en la escuela, al principio pensé que era un engreído de primera, y que se estaba dando aires de ser humilde cuando en realidad era puro teatro. En ese momento pensé que era muy guapo, con esos hermosos ojos verde bosque y esa sonrisa radiante, pero al desafiarme cuando me burle de él me enfurecí. Y luego esa misma noche en la se había lastimado la mano con las piedrillas del balcón, mi primer pensamiento fue “Ve a ayudarlo” y luego… estaba contemplando los brillante que eran sus ojos a la tenue luz de su lámpara de noche.

-No- Era la verdad- Tal vez a tercera vista- me reí. Ella se rió conmigo.

-Pues yo sí creo en el amor a primera vista.- dijo ella retomando su historia- Cuando vi a mí Derrick por primera vez pensé que era lo más hermoso que había visto en mi vida. Él era un año mayor que yo. Mi madre nos daba clases a los dos juntos, y cada día la pasábamos de lo mejor. Él era todo un caballero, aun lo es. Su padre me adoraba como a una hija, y…-luego se le quebró la voz como si tuviera un mal recuerdo.- William también estaba enamorado de mí.- Puse los ojos como platos. ¿William? ¿El mismo William tío de Bastean aterrador?- Vamos Mía no pongas esa cara.

-Lo siento es… que ese sujeto me aterra- dije mientras temblaba.

-Igual a mí, aun cuando joven tendía a causar temor a la gente. En cualquier caso yo me enamoré de Derrick y no de él. Pero no lo tomó muy bien. Luego vinieron los problemas con ellos dos, casi siempre causados por William. El viejo rey Gregory se harto de eso y decidió que su sucesor seria Derrick y no su hermano, eso lo enfureció. Más furioso sin embargo estuvo el día en que Derrick me pidió que fuera su esposa… yo tenía 17.

-Aceptó, supongo- ¡No podía creerlo! Ella se había casado con el rey cuando era tan joven y aun seguían juntos… Tal vez yo pudiera tener la misma suerte… ¡Mierda! ¿Qué rayos estaba diciendo? ¿Estaba acaso sopesando la idea de casarme con Bastean?

-Sí. Al principio pensé que sería difícil, incluso lo pensé mucho. Mi madre no estaba de acuerdo, pero decidí que eso era lo mejor que podía hacer, y aun no me he arrepentido de nada. Yo tenía muchos planes, ir a la universidad, tener un empleo, quería viajar por el mundo. Pero luego él me ofreció todo eso, solo si nos quedábamos juntos. Me case, fui a la universidad, deje de estudiar un tiempo cuando tuve a mi hijo, fui coronada reina de Vera, termine mi carrera y luego tuve a mi Lilly, y después a mis otras dos niña.

-Parece que le fue bien- dije, ella bajó su mirada a sus manos.

-Tal vez. Pero… creo que fui muy dura con mi hijo, y también con las niñas. En el tiempo que estuvo fuera lo eche de menos cada noche.

-¿No lo llamo nunca?- pregunté.

-Casi lo hice… muchas veces. Saber si estaba comiendo bien, si dormía bien, quien se encargaba de él. Pero siempre colgaba. Veras… nunca tuve una madre cariñosa. Era fría y distante, como una institutriz debe ser, y eso es lo que le di a mis hijos. Y te confieso una cosa – Ella me miro con esos grandes ojos que estaban conteniendo lágrimas- quiero darles a ellos lo que no me dieron a mí, pero no sé cómo hacerlo. Pensarás en soy cruel, lo siento.- Tome su manos entre las mías y le sonreí dulcemente.

-No tiene porque disculparse, no soy nadie para juzgarla, y la verdad no la considero cruel. Dígale a él lo que me dijo a mí. Sé que la ama y la echo mucho de menos.

-¡Valla!… mi hijo tiene suerte de tenerte- ella se levanto, tomo una respiración y se puso muy erguida- Vamos adentro, esos dos ya deben haber terminado.




Un momento después la madre de Bastean y yo estamos entrando a la salón verde cuando ella se detuvo y me detuvo con ella.

-Tu tío también menciono un contrato.- dijo Marie Elizabeth

-¿Qué clase de contrato?- Escuche preguntar a Bastean

-Uno que estipula que antes de tu cumpleaños número 19 te casaras… conmigo.- Si me preguntan qué fue lo que sentí… fue simple. ¿Alguna vez han considerado lanzarse en paracaídas, y pensado que pasaría si algo saliera realmente mal? Bueno, algo así sentí. La total y vacía incertidumbre.

Sentía en ese momento como mi alba dejaba atrás mi cuerpo, para dejar solo un cascaron vacío. No podía creerlo ¿Bastean casado con Marie Elizabeth? Eso era más de lo que podía soportar. Sin más solté el brazo de la Sra. Evangeline, (notase que no puedo llamarla tutearla aunque me lo propusiera) La escuche llamarme y aun así salí corriendo por el pasillo que daba hacia el salón principal, atravesé a la carrera la habitación, y cruce una de las puertas que más temprano había cruzado con Bastean. Ese recuerdo hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas. ¡Maldición! Me sentía tan estúpida, ¿Cómo pude cree que una chica como yo, sin clase, rebelde y despreocupada, podía aspirar si quiera a casarse con alguien como Bastean? ¿Un príncipe?

La cocina estaba desolada, con la excepción del señor bigotón que estaba revolviendo una gran olla. La mujer se sorprendió, o más bien se asusto, pues, sin quererlo azoté la puerta de la cocina.

-¡Mama mía!, ¿raggaza te has vuelto loca?- vociferó el hombre.

-Eso espero- dije con un nudo en garganta- siento lo de la puerta- antes de salir por la otra puerta, sí, el lugar tenía muchas puertas, el hombre me llamó con la mano- Ven, ven bambina.- mi intención era realmente escapar, pero por desgracia, no quería ser grosera con el sujeto. En otras circunstancias lo habría hecho, realmente, pero no lo conocía, y esa no era mi casa. Mordiendome el labio me acerque al hombre, que por alguna razón me hacia recordar a Luiggi el hermano de Mario Bross.- ¿Cara mía, que hace llorar a esos ojos tan bonitos? Por cierto soy Pietro Vittorio, el chef numero uno de toda Verona, y claro de Vera también.

-Es un placer- dije secándome los ojos- Mía Taylor, ah… no soy… la mejor de ningún lugar.- Quise que sonara como un chiste pero… la cosa no salió bien del todo.

-¿A dónde ibas a estas horas bambina está a punto de caer la noche, y no querrás estar en el bosque, podrías perderte, ¡Mama mía! y se pone como boca de lobo- eso me hizo reír el sujeto era algo… raro.

-Quería salir a dar una vuelta, pero… usted me frustro mi huida.

-Gracias al cielo- Pietro me condujo hacia una enorme mesa, en la que esa tarde lo había visto amasar la harina. Era de mármol gris, y tenía unas cuantas sillas altas, parecía un desayunador, claro como para cincuenta personas. Me senté en una de las sillas y puse los brazos sobre el mesón.- Ahora cuéntale a Pietro lo que le pasa a esta dulce raggaza, mientras te preparo un té como el que me hacia mi nona, especial para curar corazones.

Solo me quede sentada mirando al italiano moverse de aquí para allá canturreando al ver que yo no le contaba nada acerca de lo sucedido. Estaba destrozada por dentro, quería escapar, pero como bien Pietro lo dijo, estaba oscureciendo y no quería perderme. En mi comunidad me había sentido presa, sin un lugar al que escapar, claro iba al cementerio a pensar, pero odiaba agobiar a mi madre o a Paul con mis problemas, también podía salir en auto, conducir horas y horas sin rumbo fijo. Pero aquí… simplemente no estaba en mi lugar. No conocía el terreno, además de ser realmente extenso. Aquí en Vera no tenía nada familiar, a excepción de Bastean claro, y el Sr. Moon, ahora entendía como debió ser para Bastean estar en otro país, en el que no conoces a nadie, y todo es diferente que en tu propia casa.

Y ahora que pensaba en él… No podía quedarme, no si lo que había escuchado hace rato era cierto. Bastean tenia obligaciones que cumplir, además, él ya estaba comprometido con esa muchacha mucho antes de conocerme a mí, y ahora había un maldito documento que afirmaba eso, ¿Y yo como quedaba? Como la intrusa, o como la diversión del príncipe mientras arreglaba sus cosas con su verdadera novia.

Pietro me pasó una tasa grande de porcelana blanca con un líquido color amarillento, tenía un aroma dulce, como la manzanilla, pero la conocía así que no era eso. Le di las gracias y tome un sorbo del té. Era dulce y tenía un cierto gusto cítrico, muy bueno.

-Está delicioso Pietro- dije tomando otro sorbo, una lagrima rodo por mi mejilla. El hombre tomo un pañuelo que llevaba dentro de uno de los bolsillos de su traje blanco de chef. Me seque la cara.

-Perdí la cuenta de las veces que he preparado esta receta- dijo mientras yo le devolvía su pañuelo y se daba la vuelta para buscar un plato que había en la encimera y lo colocaba delante de mí- La nona siempre decía que su té milagroso y unos ponquecillos de chocolate hacen milagros. – Yo le sonreí ante su comentario. Negué con la cabeza, parecía que se me había cerrado el estomago por completo.

-¿A quién le has preparado este té?- pregunté curiosa.

-¡Ah! Bambina, tengo cuatro hijas, conozco mucho sobre corazones rotos- él me sonrió cariñosamente. Antes de terminar de beber de la taza escuche un alboroto.

-¡Mía! ¿Dónde estás?- era la voz de Bastean llamándome. Era curioso, yo llevaba ya algún tiempo en la cocina ¿y no había ido por mí de inmediato? Eso me dejaba bien en claro que no le importaba lo suficiente.

Me tensé cuando escuche su voz cada vez más cerca.

-Pietro ayúdame- susurre alarmada.

-Señorina si el príncipe se entera que la escondí tendré problemas colosales.

-¡Por favor! Te prometo que él no se enterara.- me pare rápido de la silla, casi sentía las pisadas de Bastean en el gran comedor.

-Está bien bambina, pero llévate algunas de estas- dijo ofreciéndome el plato de ponquecillos- algo me dice que no te esperaremos para la cena. – Yo tome el plato y lo abrace- Ve por esa puerta y sube las primeras escaleras, cruza a la derecha y sigue ese pasillo hasta que veas una puerta color verde chillón, cuenta dos puertas más, gira a la derecha, sigue por el pasillo, verás que están las habitaciones familiares, tal vez encuentres la tuya si te asignaron ahí.- me encaminé de prisa hacia la puerta que él había señalado.

-Gracias- susurré. Al cerrar la puerta blanca, la que efectivamente conducía hacia unos escalones, no llegue a poner el pie en el segundo escalón cuando escuche la voz de Bastean en la cocina.

-¿Pietro has visto por aquí a Mía?- sonaba preocupado. Algo en mi interior se removió, odiaba hacerle eso, pero yo estaba más herida que él, o así lo creía.

-No mi señor, no la he visto. ¿Qué sucedió? – preguntó el italiano, condenado hombre no dejaría pasar el tema.

-Un enorme mal entendido. La he buscado por todos lados, en su habitación, en la de mis hermanas, en el jardín de mamá, temo que se haya salido al bosque y pueda perderse.- Escuche rodar una silla.

-Esa muchacha parece sensata mi señor -dijo Pietro- aparecerá pronto.

-Me preocupo mucho, la conozco y es capaz de hacer cualquier cosa, sobre todo cuando está molesta. Solo espero que esté bien.

-La encontrará mi señor, no se preocupe.- Mataría a la mala imitación Luiggi.

Seguí subiendo la escalera, y seguí las instrucciones que Pietro me había dado. Al llegar al pasillo de las habitaciones familiares ya no iba apurada. Estaba cansada. Y Dolida. ¿Cómo el mejor día de mi vida se había convertido en el más horrible? Tenía nombre y apellido: Marie Elizabeth Whitehouse.

Pasé por varias puertas color crema, ya la verde chillón la había dejado atrás. La Mía era la que estaba frente a la enorme estatua de la mujer con pechos grandes, la verdad me perturbaba un poco que ella estuviera observándome cuando la puerta de la habitación estaba abierta. Recordaría siempre tenerla cerrada.

Seguí caminado y me fijé que una de las puertas estaba abierta. ¿Abría alguien allí? Como si fuera una espía o algo parecido pegue mi espalda contra la pared del corredor y me deslice despacio hasta el suelo. Con los panecillos en una mano y con la otra impulsándome gatee hasta el marco de la puerta. Mi intención al principio era pasar rapidito y sin ser vista. Pero la puerta estaba abierta de par en par y el interior estaba iluminado tenuemente por el inminente crepúsculo.

El interior era muy masculino. Las paredes eran vino tinto con molduras doradas. Los muebles todos de madera, muy fina por cierto, había una salita, más grande que la mía, noté. Los sillones eran de cuero negro, y en la pared frente a ellos estaba el televisor plasma más grande que jamás había visto. Me sentía intrigada por el dueño de semejante espécimen tecnológico. En momentos como esos odiaba mi naturaleza malditamente curiosa. Con cuidado entre en la habitación, muy despacio, y de puntita. Mire el corredor que estaba desolado, cruce la salita y entre al dormitorio. En otras circunstancias nunca hubiese hecho tal cosa, pero en cerio ¿Si entraran a un verdadero castillo, no les daría curiosidad de todo? Pero bueno, así era yo, y un día de estos me metería en serios problemas por hacer esas cosas. Dejé el plato que tenía en las manos en una mesita que estaba junto al marco que dividía ambos cuartos. El dormitorio era esplendido. Una cama realmente enorme con sabanas color negras, ¿negras? El edredón del un color vino más oscuro que el de las paredes, era alta y tenía muchos almohadones en ella. Junto al estante había un escritorio de caoba que tenía una moderna laptop sobre ella. Al lado de éste había una repisa que tenía varios trofeos, libros, algunas fotografías, carros muy elegantes a escala. Definitivamente el dueño era un hombre. Algo dentro de mí hizo clic. Lilly esa misma mañana me había comentado que Bastean había pedido una habitación cercana a la suya, y si mi intuición no me fallaba esta sería su habitación. Con el corazón martillándome en la garganta, y peligrosamente a punto de salírseme me acerque para ver las fotos.

En una de ellas enmarcada con un portarretratos blanco estaba la foto de tres pequeñas niñas, una rubia de enormes ojos verdes, Lilly, otra morena, Monique que se parecía muchísimo a Cecile ahora, y la rubia con una bebé en los brazos, que debía ser Cecile. La regresé a su lugar y tomé otra enmarcada de la misma manera, pero en él había la foto de un pequeño niño con el cabello rubio, que casi parecía blanco, sus ojos verdes estaban brillantes y tenía una enorme sonrisa en la cara.

Sonreí al ver la foto del pequeño Bastean tan feliz. En ese momento escuche un fuerte golpe que venía justo detrás de mí. ¡Rayos! Definitivamente había llegado mi día de problemas.

1 comentario:

  1. ohhhh por Dios =O!!!! esa estupida withhouse malvada y perversa quien la manda a ser tan ingenua??? o dios mio sera Bastean???? !!!! =O =O =O =O =O =O =O =O =O =O =O =O=O =O =O =O=O =O=O =O =O =O =O =O =O =O =O PUBLICA PRONTO!!!

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