Personas que leen :D

jueves, 23 de junio de 2011

Capitulo 5 (;

POV Bastean


-¿Qué es esto?- pregunté asombrado a Bernard que muy despacio me seguía.

-Esto Señor es un pequeño regalo de su padre, ya sabe, por lo apresurado del viaje- Claro, él siempre pretendía arreglar las cosas con regalos caros. Aun así salió ganando yo.

El deportivo era de un brillante color plata, asientos de cuero negro y volante forrado en cuero también. Por un momento había olvidado a Mía, solo un momento, miré a Bernard una vez más y este extendía un juego de llaves.


-Son las llaves del auto, la puerta principal y su habitación.- el llavero voló hacia mis manos cuanto el anciano las arrojo por los aires. El llavero era de plata en forma hexagonal, con el escudo de la familia McDragon en él- Creo que la señorita Mía cruzo a la derecha por esa calle señor.

-Gracias- dije abriendo la puerta del piloto. Olía como me lo imagine, un olor a nuevo y cuero.

Pise el acelerador y la aguja del medidor se disparó. Un leve chillido de neumáticos fue todo lo deje atrás mientras conducía en dirección al pequeño auto azul que me llevaba mucha ventaja. El ronroneo del motor era apenas perceptible, se sentía bien el cuero en mis manos al sostener el volante. La verdad es que estaba acostumbrado a toda clase de regalos cuando mi padre la regaba, por así decirlo. A mis hermanas no les importaba mucho la ausencia de mi padre, o los constantes desaires de mi madre. A veces pensaba que nosotros cuatro éramos una especie de familia, solo nosotros. Y claro la nana.

Pise el acelerador un poco más, a esa hora no había peatones en aquella zona u otros vehículos cercanos. El pequeño auto azul tomo un desvío de la calle que iba hacia lo que parecía un centro comercial. Como lo sabía no iría a clases, pensé. La calle terminaba en una curva de retorno, y a la distancia se veía dos puertas doradas, como un cerca. Estas se abrieron en cuanto el auto azul se detuvo. Cementerio Heard of Ángel, estaba escrito con letras doradas sobre las barras doradas.
Me detuve y un hombre anciano, encorvado y de ojos hundidos se asomó por una cabina cerca de las puertas.

-¿Puedo ayudarte muchacho?- dijo el hombre con voz apagada.

-Eh…-vacile- estoy siguiendo a la señorita del auto azul, es amiga mía.

-Ahh… la señorita Mía Taylor. Todas las mañanas viene a ver a su madre y su hermano.-dijo el anciano- Pobre niña, no debe ser fácil. ¿Sabe que está aquí usted?

-Sí-mentí- vine detrás de ella pero me desvié del camino.- el hombre pareció dudar un poco, pero abrió las puertas con una palanca a sus espaldas.

Con un asentimiento de cabeza le di las gracias y retomé la marcha esta vez más lento. El cementerio era realmente grande, mucho pasto y flores de colores. Había varias montañas de tierra también con verde césped. Varios árboles grandes movían sus ramas al compás del viento. Vislumbre el auto de Mía estacionado cerca de un gran árbol lleno de cintas de todos los colores posibles. Al píe de este había un figura pequeña recostada en él. Mía.

Su cabello marrón rojizo era ahora de un color carmesí, gracias a los rayos del sol que se colaban por las ramas. Aunque estaba a poca distancia, parecía no reparar en mi presencia. Así que baje del auto y camine en dirección a la pequeña colina.

Al parecer mis pies hicieron más ruido de lo que pretendía, pues, a pesar de estar ella de espaldas a mí, volteo. Tenía los ojos rojos e hinchados, las mejillas rosadas y los labios. Había estado llorando. El color de sus ojos se apreciaba con mayor facilidad gracias a la luz del sol, y el marrón de diferentes tonos ahora esta empañado por las lágrimas que no había derramado.

-Mía…- cuando llegue a la cima ella aun tenía su mirada clavada en mí.

-¿Qué haces aquí?- ella volteo rápidamente y se secó la cara con la manga de su chaqueta.- ¿Me seguiste? –preguntó en tono acusador.

-Yo…

-¿Por qué?- ¡Mierda! Estaba enojada.

-Es que… te fuiste y…

-¿Decidiste que era buena idea seguirme?- Mía hablaba entre dientes y sus ojos eran apenas rendijas- No fue buena idea Bastean.

-Lo siento- me estaba disculpando. YO, que nunca pedí perdón a nadie, y ahora aquí estaba como el imbécil más grande del mundo.- ¿Te… encuentras bien?- estúpida pregunta, grito esa fastidiosa voz en mi cabeza.

-¿Tú qué crees?- ella se inclino y recogió su bolso que había estado descansando a los pies de la lapida. Con más curiosidad que otra cosa leí: Paul Daniel Taylor. Querido hermano e hijo ejemplar. 1989-2001.

-¿Tu hermano?- no me había fijado en la foto que había junto a la lapida. Un niño de cabellos oscuros y ojos leonados, tez durazno y nariz alargada. Era igual a Mía, solo que más pequeño y claro era un niño.

-Sí- dijo ella con voz quebrada. Pasó de largo a mi lado y caminó deprisa hacia su auto. Corrí detrás de ella pero ya tenía el motor en marcha.

-¡Hey!- grité poniéndome frente al auto.

-Sal de ahí o juro que te arrollare.- estaba enfadada. Lágrimas caían por sus mejillas empapando su cara de muñeca.

-No lo haría- dije confiado, o al menos en parte.

-¿Quiere probar?- dijo entre dientes desafiándome. Yo levanté las manos en el aire con expresión sumisa.

-Solo quiero hablar- dije. Mía centro su mirada en el volante, apago el motor y se tendió hacia delante, su espalda se movía convulsivamente, por un momento el corazón subió a mi garganta y salí corriendo hacia el asiento del copiloto.

El interior estaba frio aunque hubiera apagado el motor. Mi reacción ante el llanto descontrolado de Mía creo que fue más un impulso reprimido que… ¿Qué estoy diciendo? En realidad quería hacerlo. Tome una de sus mano y las coloque en mi cuello, de inmediato ella me abrazo. Estaba llorando sin consuelo en mi hombro, sus lágrimas tibias mojaban mi camisa, no me importaba.

No sabría decir cuánto tiempo estuvimos en esa posición. Cuando sus ojos quedaron secos de tanto llorar ella se aparto de mí, no como aquella mañana en la cocina de la casa de estudiantes, sino de manera lenta, casi como si no creyera que había perdido el control delante de un extraño, o así lo interprete yo.

-¿Estás bien?- pregunté. Ella solo asintió brevemente perdiendo su mirada en el camino por delante de nosotros.

-llegaremos tarde a la escuela, deberías ir a tu au…

-No- respondí

-¿No?-pregunto confundida.

-No, yo te llevare en mi auto a la escuela, le diré a Bernard que venga por él- ella pareció incrédula, pero no dijo nada.

Ella subió a mi auto, dejamos las llaves con el portero, le mande mensaje a Bernard con las instrucciones y nos encaminamos hacía la escuela, con veinte minutos de retraso.

POV Mia

Había salido de la casa con un rumbo claro. Visitar a Paul.
Le había contado todo sobre Bastean, que estaba confundida, que me parecía atractivo y que estaba cansada de Coco y sus engendros. De la nada comencé a llorar. Solía hacerlo sola, en mi habitación. Odiaba que sintieran lastima por mí, ya había tenido suficiente de ella. Y de la nada aparece Bastean. Al principio pensé que sería una alucinación o algo parecido, con su cabello dorado despeinado y brillando bajo el sol de Enero, y sus ojos en contraste con el verde del césped artificial. Cuando me había percatado que aun estaba llorando y que él no era ninguna alucinación me sentí tan avergonzada que quería huir. Lo habría hacho claro está, si él no se hubieran puesto frente a mi auto. Luego saco eso de que: Sabía que no lo arrollaría. Y ese fue sin duda el detonante de mis ya inestables emociones, solo me arroje contra el volante, y un minuto después estaba sollozando contra el cuello de Bastean. Olía a una extraña combinación de picante y dulce a la vez. Como la canela o algo parecido. Mis mejillas parecían querer explotar cuando comprendí que estaba haciendo, él parecía preocupado y confundido. No me dejo conducir sino que él me llevó en su bello deportivo plateado. El camino a la escuela transcurrió en total silencio, excepto por un leve tarareo de Bastean.

Cuando llegamos al estacionamiento, no había ni un alma en la cercanía, pero al bajar Bastean el director estaba en la puerta principal esperándonos.

-Mierda- susurre. Bastean se río por lo bajo. Era una risita ronca y profunda.

-Señor McDragon pensé que no asistiría, estaba por llamar a la residencia pero veo que se une a nosotros- él director me dedico una mirada asesina- espero que la impuntualidad de la señorita Taylor no se le esté contagiando.

-En lo absoluto- respondió Bastean con diplomacia- fue mi culpa. Tuvimos que detenernos por unos problemitas técnico. Me ofrecí a llevarla y por eso llegamos tan tarde. De verdad lo sentimos director- ¿se estaba echando la culpa para que no me reprendieran?

-Si… ah…- tartamudeo el director- su mayordomo hablo hacia un rato y me comento el problema, solo estaba preocupado- este se sonrojo. Viejo Mar…- Bueno vallan a sus clases, yo hablare con sus profesores.- el director se dio la vuelta y desapareció dentro de la dirección.

-No entiendo como lo toleras- dijo Bastean a mi oído. Se me erizaron todos los bellos de la nuca.

-Con dificultad- dije- tengo que irme.- él tomo mi muñeca para detenerme. Solo un leve toque hacia arder mis mejillas y que mi estomago diera una sacudida vertiginosa, además mi mente iba directo a la escena del auto y la cocina. ¿Qué me pasaba? Bastean soltó mi mano sonrojado.

-Tengo química y no sé donde es- mis ojos se abrieron como platos.

-También yo.- dije. Su sonrisa me sacó de mi letargo momentáneo. Él tomó mi mano y solo dijo.

-Vamos entonces- nuestras miradas se encontraron en nuestras manos juntas. Tal vez me equivoque y espero que sí, pero… ¿es posible que me gustara el príncipe y que… no le era indiferente en lo más mínimo? Sin soltar su mano fuimos hasta el salón y antes de llegar a la entrada lo solté. Él pareció decepcionado en parte, pero… no quería salir lastimada… Otra vez.

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